VIVIR ES APRENDER
Vivir es aprender a cada instante de cada situación, de cada momento, de cada sensación, de cada injusticia o sin razón, del amor, del desamor, de la felicidad, de la infelicidad, de la protección, del abandono.
El sentido de la vida, ese que buscamos desde que nacemos se encuentra en la alegría y también en el dolor.
Lo importante es saber comprender el mensaje que nos deja cada situación que debemos enfrentar y conservar la esperanza y la fe.
Hoy reímos, tal vez mañana lloramos. Hoy estamos acompañados. Tal vez el mañana nos encontremos solos.
Pero debemos pasar por todas las instancias, por todos los momentos, por todas las situaciones esperadas e inesperadas, porque en cada una de ellas nos encontramos, aprendemos, crecemos, nos fortalecemos y día a día nos damos cuenta que somos nosotros los únicos que podemos darle sentido a nuestra propia vida.
No son los diplomas, las medallas o el reconocimiento externo lo que verdaderamente vale de ti mismo, sino el reconocimiento interior de que estás haciendo las cosas bien, de que tienes tu conciencia en paz, de que te estás esforzando para brindar lo mejor que tú eres. Los únicos aplausos valederos son los de tu propia conciencia.
Cualquier pensamiento, acción o palabra negativa que utilices con las personas de tu alrededor, sólo te generarán respuestas negativas que se volverán, aumentadas, contra ti.
Si tú generas energías negativas, por rabia, frustración, resentimientos, impaciencia o intolerancia, tú serás la primera víctima de tal negativismo.
Recuérdalo. Confía más en ti.
Tú tienes en tu interior, increíbles y maravillosas capacidades para poder crecer y realizarte como persona. No necesitas parecerte ni imitar a nadie; confía más en tu intuición, interiorízate y escucha la voz de tu conciencia.
En tu interior, tú puedes encontrar las respuestas que necesitas.
Si eres lo que eres, sirve, ama, da; pero nunca digas que eres más que los demás. Si eres sabio, calla.
Que el mundo descubra en ti la sabiduría en esa sonrisa que das a la anciana, en ese saludo que das al amigo, en esa caricia que haces al niño, ¡entrégate!
El mundo está cansado de oír: yo soy, yo hago, yo sirvo.
Pregúntate desde ahora: ¿Quién soy?, ¿Qué hago?, ¿A dónde voy?; y sé tan sabio para enseñar a los demás en tu acción más pequeña que, dándolo todo, parezca que no das nada. Porque más bienaventurado es DAR QUE RECIBIR