Los que vivimos en la ciudad muchas veces no nos damos cuenta de ciertas cosas que pasan en la naturaleza, pero si por casualidad vamos de viaje al mar o al campo en el silencio de la noche tendremos la posibilidad de sorprendernos con imágenes o ruidos que para nosotros son extraños. Esto pasa desde hace tiempo. En este artículo te contaremos un poco de la historia de los acontecimientos raros que nos brinda la naturaleza. Te advertimos, algunas dan miedo.
Cuando empezaba el año 1927 un prestigioso ingeniero de Oslo recibió una señal de radio proveniente de la estación PCJJ de Eindhoven (Holanda). Luego de tres segundos llegó un eco de esa misma emisión. Tal retraso llamó la atención del científico holandés que trato de repetir el experimento. Después de muchos intentos logró hacerlo el 11 de octubre de 1928.
Un acontecimiento similar le sucedió a Rasmussen en el año 1974 cuando se encontraba estudiando la reflexión de las ondas de radio en la Luna. Su método era sencillo, enviaba señales al satélite y aguardaba 2.6 segundos a recibir las ondas reflejadas. Cuando menos lo esperaba apareció una segunda señal con un retraso de 2 segundos. Esta señal contaba con las mismas características que la primera pero era más débil.
En la actualidad, estos ecos de radios de larga tardanza siguen siendo un misterio. El tema de los raros fenómenos que pasan en nuestra atmósfera tiene la capacidad de desafiar nuestro poder explicativo. No porque sean de origen sobrenatural, sino porque son muy raros como para poder ser estudiados en detalles.
En la actualidad, si vemos una luz que va desde el suelo hasta el cielo en un lugar descampado, pensamos que se trata de un reflector, pero si nos ponemos en el lugar de los habitantes del siglo XIX (cuando los reflectores no existían) este hecho se convertía en un verdadero misterio. A esto se lo ha llamado columna auroral.
En la oscuridad de la noche se pueden crear luces que parecen fantasmales. Ante estos acontecimientos, muchos científicos le echan la culpa al Sol y en particular a las fulguraciones de su atmósfera. Las auroras boreales son más intensas en los años de mayor actividad solar. En ocasiones la causa del fenómeno se encuentra localizada.
En el verano de 1908 en la oscuridad del cielo de Gran Bretaña se tornó de un color rojo. Según quedo reflejado en los diarios de la época se veía como una prolongación del atardecer que llegaba casi hasta el amanecer.
Ese mismo día en Liberia el horizonte se vio pintado de un color azul profundo. Y además se escuchó una explosión que fue audible en un radio de 1.500 kilómetros y una onda presión Los sismógrafos de Asia y Europa registraron la onda sísmica y en Washington se detectó su paso ocho horas más tarde.
Con la exploración espacial llegaron nuevas sorpresas. Los astrónomos del observatorio de la India que se encuentra asociado al Instituto Smithsonian quedaron maravillados la noche del 9 de junio de 1970. El cielo se iluminó con una intensidad comparable a la de la Vía Láctea en verano. El cielo brilló como si fuera de día por dos segundos, luego cambió a color azul y luego a anaranjado pasando por el verde y el blanco.
Otro caso fue el que observó la tripulación del barco Wendover, el 27 de noviembre de 1963. Ellos vieron una nube redonda y blanca que formó círculos concéntricos tan brillantes como la luna llena.
Las tormentas también son una variada fuente de fenómenos raros. Muchas veces hay rayos que recorren kilómetros paralelos a la superficie, otros de colores, soles que salen disparados a la alta atmosféra, el relámpago perla o los rayos sin trueno de las bochornosas tarde de verano.
Los mares fosforescentes son un caso que también tenemos que mencionar. Los marineros del Golfo Pérsico se topan muchas veces con aguas luminosas. A veces se pueden ver como globos brillantes que aparecen entre las aguas y explotan en la superficie, luces que giran alrededor de un punto, anillos que se expanden en una noche clara, bandas estacionarias sobre la superficie del mar.