La pregunta que surge cuando se considera a la mujer de hoy es
¿Por qué entraron al mundo del trabajo y la cultura con modelos masculinos?
¿Por qué no pensar en modelos propios?
¿Realmente hay igualdad de derechos y obligaciones?
Las mujeres en general ganan menos, trabajan más, siguen su tarea en el hogar
de alguna manera, ya sea haciendo las tareas o en la coordinación
y supervisión de quién las realiza.
Son pocos los hombres que se ocupan de ver qué falta en la heladera
o revisar las tareas de los niños.
Esa misma mujer que se puso su trajecito, sus tacones y tomo su portafolio,
hace jornadas agotadoras y controla a la familia por el celular,
regresa a casa y le espera otra jornada agotadora.
Además de estar impecable y deseable.
Pocas han intentado darle otra vuelta a la situación, pocos son los varones
que acompañan en estos cambios y comparten las tareas del hogar y los hijos,
si bien algunos “colaboran” no lo hacen desde el compartir
sino desde la ayuda: la tarea sigue siendo de ella.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Quizá buscando la igualdad, quizá buscando participar o en la necesidad
de conseguir dinero para sobrevivir.
Ya sea por inquietudes personales, profesionales o necesidad económica,
lo cierto es que las mujeres llegan al campo laboral que era un espacio
masculino con reglas hechas por hombres, reglas que siguen funcionando,
tanto en la
dedicación al trabajo que no considera la maternidad ni la familia,
como en la competencia y maneras de negociar netamente masculinas.
Esta situación exige de las mujeres mucha tensión y renunciamientos
para acomodarse a maneras que no le son propias.
Incluso a veces luchando contra ellas, como si ser mujer fuera un problema.
Las mujeres por no ser discriminadas, se discriminan, se intenta que no se note
la diferencia, se ocultan sentimientos, intuiciones y formas de negociar para
semejarse a lo masculino y no a lo mejor de lo masculino (que sería bueno),
sino a lo más agresivo y negativo. Aprender de la diferencia enriquece,
pero no ayuda dejar la esencia personal y de género.
Se celebra el paso a hacia la igualdad, igualdad de oportunidades
y de derechos y obligaciones. Pero... ¿existe esa igualdad?
¿Igualdad en los derechos pero también en las obligaciones?
Es importante que las mujeres se interroguen si no están pagando un precio
muy alto al trabajar bajo códigos que no han elegido y que no se relacionan
con su vida y sus prioridades, en condiciones que no favorecen la realización personal.
Se paga un alto costo y muchas mujeres están “desesperadas”,
desesperadas por tanta exigencia, por sentir que no rinden de diez,
en ningún lado, que
ven poco a sus hijos, que en el trabajo no rinden lo
que son capaces y
la pregunta es : ¿Por qué?
Por qué no encontrar un equilibrio, por qué
no se considera en los trabajos
que la igualdad no es absoluta sino
relativa a necesidades e intereses,
por qué los papás no faltan igual
que las mamás cuando de enferma el hijo,
por qué la heladera y
su contenido son cosas de mujeres y sólo las
madres son responsables
del rendimiento escolar de los hijos, etc.
Quizá la respuesta sea que a pesar de las largas horas de trabajo y estudio
y de renunciar a tantas cosas no se ha podido reemplazar el modelo
tradicional de familia y en tanto las propias mujeres no acepten que su rol
ha cambiado y dejen de sentirse responsable por TODO lo familiar
va a ser muy difícil atenuar la alta carga que significa seguir con ambos roles:
madre-esposa ideal y mujer que trabaja a la par del hombre.