Aún no se filtraban los rayos del sol en la habitación; ni siquiera se podía distinguir el rostro de ninguno de los hermanitos. Pero todos los pequeños hablaban y recogían lo que hubiera cerca de ellos porque era la mañana de Navidad.
Cada uno de ellos había enviado su cartita a Santa Claus con una lista de los juguetes más soñados. Por supuesto que ninguno se había puesto a pensar en el cómo habría de traerlos Santa Claus… los niños simplemente esperaban un milagro.
¡Había tanta emoción y confusión entre los niños! De entre todo el grupo, había una pequeña niña que no podía con sus tres paquetes debido a que uno de ellos pesaba demasiado. Cuando todos llegaron al lugar donde habrían de desenvolver los presentes, los niños descubrieron que, entre dormida y despierta con el alborozo y la adrenalina fluyendo, la pequeñita había estado cargando, entre sus tres paquetes, un pesado tuco de madera sin valor alguno para la niña. Aquello les pareció hacer cosquillas a los muchachos quienes soltaron risas contagiosas que adornaron aquella mañana de Navidad.
Sin embargo, la pequeñina pensaba para sí: “Yo quería una pequeña muñeca” y ninguno de los dos paquetes restantes parecían contenerla. Pero grande fue su sorpresa al romper el papel y descubrir que allí, medio cubiertos por el papel de envoltorio, se asomaban aquellos ojitos azules de una pequeña muñeca. Tanto fue su alegría que olvidó los demás puntos de su cartita a Santa Claus. Aquel regalo llenaba todos sus anhelos de felicidad esa fresca mañana navideña.
Querido amigo: muchas veces presentamos largas listas a nuestro Padre Celestial con los sueños más deseados: que mis hijos caminen rectamente, que puedan encontrar su pareja perfecta, que se lleguen a preparar en la vida, que regresen de su viaje sanos y salvos, que…, que… Pero la verdad es que de esa larga lista sólo una cosa es entregada en nuestras manos a la vez.
Es que Dios sabe que aquello que nos da es lo único que necesitamos en ese momento. El Señor tiene muy buenos y perfectos planes para cada uno de sus hijos. Ojalá que aprendamos a recibir, conformes, una a una sus bendiciones, disfrutarlas, y de esa manera descubrir el verdadero significado de la felicidad siéndole agradecidos… Que en esta navidad seamos plenamente agradecidos con Dios.
Anita Irigoyen