Por la vereda, cerca de mi casa hay un campo con dos caballos.
En la distancia, ambos caballos se ven como cualquier caballo. Pero si detienes tu carro o pasas caminando por ahí vas a notar algo asombroso.
Mirando a los ojos de los caballos notarás que uno es ciego. Su dueño ha decidido no quitarle la vida y le ha dejado vivir en buena casa.
Esto en sí es asombroso.
Si te paras cerca y escuchas, oirás el sonido de una campana. Notarás que el sonido viene del caballo más pequeño en el campo. La campana esta atada a la rienda del caballo pequeño. Esto permite al caballo ciego seguir a su amigo y saber por donde se encuentra para que le siga.
Si te pones a observar a estos dos amigos podrás ver que el caballo pequeño siempre está pendiente del caballo ciego y que el caballo ciego siempre escucha la campana y sigue el sonido sabiendo que su amigo no lo llevará al ocaso.
Cuando el caballo con la campana regresa al establo todas las noches, se para ocasionalmente y mira para atrás asegurandose que el caballo ciego lo ha seguido y no está muy distante para oir la campana.
Como el dueño de estos dos caballos, DIOS no se deshace de nososotros porque no somos perfectos o porque tenemos obstáculos o problemas. Nos cuida y hasta nos pone a otros para que nos guien y nos ayuden cuando lo necesitemos.
A veces, somos el caballo ciego, siendo guiado por la campanita de aquellos que DIOS pone en nuestra vida.
Otras veces, somos el caballo que guía, ayudando a otros a encontrar su camino.
Buenos amigos como esos ... no siempre los verás, pero tu sabes que siempre están allí.
Por favor escucha mi campana y yo escucharé la tuya.