Alguien dijo encontrar a Dios en la naturaleza. Y yo corrí hacia el mar, crucé campos y senderos, miré en espigas y en flores. Todos hablaban de Dios, de su poder, de su cuidado y esmero. Pero no vi a Dios, no estaba allí. Solo habia noticias de El, rumores y recuerdos.
“Pregunta a los sabios de Dios”, otros dijeron. Busqué al místico, al teólogo y al lama; Acudí a templos y monasterios. Escuché santas ideas, comentarios,oraciones, sentimientos... Ellos vivían con Dios, pero yo... ¡¡ no logré verlo!!
“Dios bajó hace ya tiempo; busca en los barrios, en la lucha del hombre por el hombre”, sugirieron. “Busca en la selva, en la carcel, en chabolas...” Y solo hallé recuerdos. Recuerdos de algo que El dijo, de interpretaciones, de ideas y de sueños. Pero Dios no estaba allí. Se habia ido hacía tiempo.
Entonces, desencantado, creí que no estaba en ningún sitio, o que estaba demasiado lejos. Y busqué en mi corazón otros asuntos. ¡Que siguiera Dios allá en su cielo!
Y al mirar allí, en mi corazón, sentado entre injusticias y entre miedos, entre dudas, rencores y esperanzas, entre buenos y malos sentimientos, ¡estaba Dios!, ¡sentado y esperando! ¡No estaba en la tierra ni en el cielo!
Me fui a contárselo a la gente, a gritar mi gran descubrimiento. Y me encontré que Dios estaba en las montañas, en las flores y en los monasterios, en los barrios, en la carcel, en la iglesia, en la Biblia, en el cine y en los cuentos. ¡¡Resultó que Dios estaba en todos sitios cuando lo habia encontrado dentro!!
Desconozo autor
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