Hallé una ventana al cielo, una pequeña,
una rendija a la inmensidad; la admiré,
la contemplé bajo la tenue luz de la noche,
con la luz de los faroles opacos, luz artificial.
Aquella ventana no necesita de ninguna ayuda
pues tiene luz propia; la cual opacó
hasta la más luminosa luz de luna
que ayer nos contemplaba
celosa de que mis miradas no se dirigieran a ella.
Hallé una ventana al cielo,
poco a poco fui observando a detalle,
no era una, eran dos ventanas al cielo,
se duplicó mi felicidad, ante tan hermosa belleza;
ahora comprendí el por qué de tanto brillo;
eran dos estrellas robadas al cielo
las que contemplé este momento frente a ti.
Dos luceros destellantes que me atrajeron por completo;
y de pronto, entendí el poder de tu mirada
enmarcada en un rostro bello,
en perfecta armonía con una sonrisa hermosa.
Solo así se puede comprender, como hallé una ventana al cielo;
pues tenía a un ángel en frente; eras tú.
Tienes unos ojos hermoso, dignos de tu belleza tan singular.
¿Qué más necesita un hombre para inspirarse a escribir?
Nada más; diría yo,
solo una ventana al cielo.
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