Todavía no llega el desenlace y ya se agota el tiempo disponible, intuyo que comienza el otro ciclo y tu alma esté tocando diana. No me apures amor, me aterra el ruido sacro, la tierra removida sobre el rostro...
Tú que estás en la cumbre de los sitios me puedes esperar, espera un tiempo, el que me falta para estorbarle al terrenal espacio. Es cierto que los versos vestí de gris eterno, que me faltó cerrar la puerta de los sueños y se escaparon todos,-sueños y versos, juntos-, pero limpié el rincón donde puedo tenerte, con tus labios y tu sonrisa fresca...
No sé qué documentos debo presentar para encontrarnos, si bastará el certificado que confirme haber vivido con tu perenne figura ocupando mis días; -o simplemente ese que acompaña a los muertos-. Qué supremo rector, me pedirá el aval que acredite el derecho a compartir tu lecho.
¿Si también allí nos sorprende la mala y encontramos avisos de uniones a destiempo y vuelvan los ecos del silencio? ¿Resistiré mirarte con la distancia a un paso?...
Me visten dudas, miedos, todo lo que nos hace dignos de un ser viviente. Me tienes que enseñar,-no aprendí a ser cadáver-, a mirar mi despojos desde arriba. Comprende, yo nunca he sido -alma-, sólo supe llorarme y maquillar por fuera. No sé, si soy amante ingenua o egoísta, pero hasta me preocupa el equipaje, qué galas luciré cuando te llegue, -no creo que en tus predios me abandone el recato-, si he sido así, lo seré siempre, aunque lo que me cubra sean huesos.
Aún no estoy segura de tenerte tan cerca y me estés esperando... En vida, la paciencia no fue tu gran virtud: eras un vendaval de antojos subyugantes, donde no había escalas ni censura. Siempre robando tramos a tu existencia se achicó tu medida, -de un todo a la mitad-.
Capitán de mi sangre, supiste anclar, para dejarme -un horizonte entre mis manos-.
Mariblanca Quiñones De La Osa
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