La suave tersura de la existencia se agiganta
tenue en los intersticios de la vibración
en la que somos armonía; los recuerdos … se
cuelan como rapsodias en el crepitar de
la hoguera que cálida nos arrebola a los sentidos.
El Ser que ama la vida no tiene apegos, fluye, y
en cada ensueño halla el éxtasis de
la manifestación… lo disfruta sin pertenencia.
Halla la paz interior y al
soplo del viento sobre la brizna
de yerba fresca agita sus alas, en su latir
el silencio se encumbra
a la ola intrépida que al besar
la arena resplandece en crisol retumbante
de dimensiones, ahuecando multiversos.
Plácidas las doradas nubes navegan los infinitos
mares, mientras en el piélago añil centellean mil
estrellas, en su palpitar el iris
se cobija de indescifrables
tonos iridiscentes; la consciencia escapa
al arcano yacente en aquel preludio primigenio.
El Ser que ama el SER ama la vida como
la luz ama a la sombra, y la paradoja
del yo individual se confunde en los
peldaños de la espiral y más allá de todos
los planos, ya no tienen sentido
las diferenciaciones, ya
no tiene cabida el miedo al mañana por que
el Ser que ama la vida trasciende
en absoluta cogniciencia.
Querellas del ser que somos dioses cocreadores
de cada instante en qué… Si Soy feliz
lo eres TÛ y contigo el multiverso
en el que cada momento nos proyectamos.
Dakco