Te veo en el agua clara de la límpida laguna donde en las noches de luna apenas tiembla tu cara; te percibo en la algazara persistente de las olas; te respiro en las corolas de las rosas, y se anuda mi piel a tu piel desnuda cada noche, estando a solas.
Sólo hay tiempo sin ti; todas las horas que arranqué del reloj, a tu costado, fueron suspiro de aire enamorado, luces intemporales, cegadoras.
Contigo el tiempo muere; soñadoras se atrofian las agujas; un candado de silencio arrincona amordazado el tic tac de rutinas incoloras.
Sólo hay tiempo sin ti, tan gris, tan largo, que el reloj me adormece en un letargo de indiferencia a cuanto me rodea.
Ven y aplasta esta máquina, que quiero sólo ese punto inmóvil, hervidero de cuanto un alma a la otra balbucea.