La contemplación del cielo nocturno proporciona un espectáculo sobrecogedor
La Luna, la Vía Lactea, las Pléyades (o Siete Cabrillas) o la nebulosa de Orión nos recuerdan lo insignificantes y a la vez afortunados que somos los humanos
Lo único que le falta a este espectáculo es algo de color
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A nuestros ojos el cielo y sus astros tienen un aspecto gris, muy alejado de los colores vivos del día
Sin embargo, la noche y los astros están en realidad llenos de color
Los bastones, células situadas en nuestra retina, encargados de detectar la débil luz de los astros y en general de la noche, son desgraciadamente incapaces de distinguir los colores
Por si esto fuera poco, la atmósfera que nos envuelve nos priva de ver, ya sea con los ojos o con cualquier otro instrumento, colores más allá del azul, en el rango que se denomina ultravioleta
Incluso la radiación UV-A (o simplemente rayos UVA), la de menor energía dentro del ultravioleta, es parcialmente absorbida por la atmósfera
Los rayos UV-B y UV-C, de mayor energía y por tanto más dañinos, son bloqueados casi en su totalidad por el oxígeno y ozono atmosféricos