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De: EL BOHEMIO  (Mensaje original) Enviado: 04/09/2012 13:14
 
 
 
 

La princesa de los labios verdes

Mª Ester Pablos

Cuento publicado el 03 de Julio de 2012


Mucho antes de que tú nacieras, existía un reino maravilloso, escondido en lo más recóndito de un bosque. Pero ese bosque no era un bosque normal, era un bosque encantado. Las personas que vivían en el reino, nunca se atrevían a adentrarse en su interior, ya que les habían contado que allí habitaban un sinfín de criaturas misteriosas, y que era muy, pero que muy peligroso entrar allí.
Sin embargo, a Adelita, la hermosa princesita, esas historias le importaban un pimiento. Lo único que le interesaba era encontrar a su príncipe azul. Sí, Adelita era muy enamoradiza. Estaba tan obsesionada, que se pasaba todo el día besando ranas y preguntando con voz soñadora:
-¿Eres tú mi principito?- pero, como os podréis imaginar, las ranas nunca contestaban.
Así que, un día, Adelita, cansada de ir al estanque de siempre, decidió entrar en el bosque. Estaba convencida de que su adorado príncipe estaría esperándola allí, croando en una charca mágica. Por eso, ni corta ni perezosa, se puso su capa de color rosa, y se marchó, sin decirle nada a nadie, con una sonrisa traviesa en el rostro.
Caminó durante mucho tiempo, hasta que encontró un riachuelo. Y al lado del riachuelo, una charca repleta de ranas que saltaban alegremente.
Adelita se puso manos a la obra, las cogió y las besó una y otra vez. Tantos besos dio, que sus labios, se pusieron de color verde. Y al mirarse en el agua, la princesa casi se muere del susto.
- ¡Ay madre, qué horror!- dijo mientras sollozaba amargamente. - ¿Qué voy a hacer ahora con unos labios tan feos? ¡Nadie querrá darme besos!
Y entonces, ocurrió algo increíble. Desde la charca, le llegó una risita maliciosa. Una de las ranas se estaba desternillando de risa, y para rematar el disgusto que se había llevado la pobre Adelita, el malvado anfibio empezó a cantar:
¡Adelita, Adelita,
Princesa besucona,
Tantos besos diste,
Que dejaste de ser mona!
La chiquilla, se acercó a la rana cantarina, y le preguntó con mirada suplicante:
- Pero... ¿Qué puedo hacer? ¡Estoy hecha un desastre! ¡No puedo quedarme así toda la vida!
La rana siguió cantando, divertida:
¡Si linda quieres estar,
a un chico tendrás que besar,
te deseo suerte, princesita,
la vas a necesitar!
Y dicho esto, la rana brincó y desapareció bajo del agua.


Al enterarse de lo ocurrido, el rey mandó llamar a todos los jóvenes del reino. Y ellos se colocaron en fila india, desde la entrada del enorme castillo hasta las afueras de la aldea.
Todos estaban muy nerviosos, porque no querían ofender al rey o a Adelita, pero cuando les llegaba el turno para besar a la princesa de los labios verdes, o se desmayaban o salían corriendo despavoridos como si les persiguiera una fiera.
Al darse cuenta de que nadie quería estar con ella, la princesita se escondió en su cuarto, y se echó a llorar.
- ¡Buuaaaaaa! ¡Buaaaaa! ¡Nadie me quiere! ¡Estoy espantosa! ¡Ya no puedo ser princesa!- así que sin pensárselo dos veces, cogió una cuerda y se descolgó por la ventana. Pero entonces la cuerda…¡Se rompió!
A Adelita solo le dio tiempo a cerrar los ojos, y a gritar como una posesa:
- ¡Mamaííííííítaaaaa! ¡Me voy a espachurrar!- y entonces, algo detuvo su caída. Eran unos brazos fuertes…-pensó- ¡seguro que eran los de un príncipe!
Toda ilusionada, abrió los ojos. Y lo que vio la dejó sin respiración. Una enorme cabeza de sapo la estaba mirando con ojos saltones. ¡Horror!- se dijo- ¡¿Era un príncipe con cara de sapo?!
- ¡Hola! ¡Croac! ¡Me llamo Juan! ¡Croac! ¡He venido a liberarte del hechizo! ¡Croac!
- ¿Eres un príncipe?- preguntó, sorprendida.
- ¡Sí! ¡Croac! ¡Pero también estoy encantado! ¡Croac!
- ¿Y qué fue lo que te pasó? ¿Por qué tienes cara de sapo?
- Las chicas de la aldea no me querían besar ¡Croac! y por eso quise convertirme en sapo ¡Croac! ….así que entré en el bosque y bebí agua de una charca ¡Croac! y la cara se me quedó así de fea… ¡Croac!
- ¡¡Ay pobre Juan!! ¡¡Eso es terrible!!
- Para recuperar mi cara ¡Croac! necesito que me bese una princesa ¡Croac! ¿Me besarás tú, Adelita? ¡Croac!
Y a Adelita, que ya tenía experiencia besando ranas, no le costó nada hacer lo que Juan le pedía.
En menos que canta un gallo, ella recuperó el color rojo de sus labios, y la cabeza de Juan volvió a la normalidad.
Los dos se pusieron tan contentos, que a partir de entonces nunca más se separaron. Adelita dejó de besar ranas, y Juan no volvió a probar el agua de una charca….y os estaréis preguntando ¿Qué sucedió con la rana del bosque?
¡Ah! ¡Sí! Siguió cantando en su charca mágica, esperando a que otra princesa desprevenida, viniera a visitarla.

  

 

 
 
 
 




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