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Ayúdame, Jesús, a tener verdadero temor a pecar; un temor que nace del amor que te tengo y de darme cuenta de que soy débil. Por eso es un temor santo, que me impulsa a rezar más, a pedir más ayuda, a evitar las tentaciones. El temor de Dios es uno de los siete dones del Espíritu Santo. Espíritu Santo, aumenta en mí este don, de modo que esté más alerta ante las tentaciones del demonio.
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