Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de altura en altura hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa vale más que otros mil, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria, el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!
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