Porque la muerte está ahí, en cualquier recodo escondida, y no sabemos cuándo ni dónde, ¡hay que amar la vida!... Era un ser delicadamente angelical, de ojos azules y melancólica mirada, sonrisa siempre a flor de labios, corazón noble, alma iluminada. Aceptándolo todo de la vida sin reprochar nunca nada, poniendo antes un silencio que una palabra amarga. Pensativo, nostálgico, sereno, quizá soñador, quizá romántico, idealista en ese mundo extraño que está entre lo real y lo fantástico. Dicen que los amados de los dioses abandonan pronto la estancia terrenal, mas pienso que no se lo llevan |