Centinelas de sí mismos
Había una vez un maestro que todas las noches desde las diez
hasta las doce, cuando iba de regreso a su casa, se quedaba
mirando extasiado el fluir de las aguas en el río de la noche.
Y mientras él veía las aguas saturadas de estrellas,
se oían ruidos de alguien que observaba a sus espaldas.
Y así una noche y otra y otra más, hasta que un día,
se atrevió aquel hombre curioso a preguntarle al maestro.
-Dígame, ¿qué tanto hace hora tras hora con la mirada clavada
en las aguas? -preguntó.
-Bien -dijo el maestro- con gusto le diré que hago,
pero antes coménteme qué es lo que usted hace
mientras observa que yo estoy observando.
El hombre intrigado sigo:
-Bueno, yo soy un vigilante de la casa que está allá,
cerca de la orilla del río.
Mire -respondió el maestro- en realidad usted
me da respuesta a la pregunta, de qué es lo que yo hago
hora tras hora en la noche; soy un vigilante de mi mismo,
y quizá la única diferencia entre usted y yo consiste en esto:
mientras usted vigila una casa, mi oficio es vigilar
mis pensamientos para ver a dónde quieren llevarme.
Autor desconocido