Lecturas para este día: Hechos 18: 9-18. Juan 16: 20-23.
¨ También ustedes ahora sienten tristeza; pero volveré a verlos, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría¨. Juan 16: 20-23.
El Espíritu Santo sólo puede quedar grabado en el corazón de los que han sido amados y se convierten en amadores por el paso de ese mismo Espíritu.
Esto fue lo que sucedió. Por eso el Evangelio de Juan nos cuenta cómo estaba el Corazón del Jesucristo al partir de esta tierra; y se conjugan en ese Corazón la alegría, la glorificación y la tristeza por la traición; en ese Corazón se reúnen la certeza y la victoria y la intercesión, para que esa victoria alcance a todos los creyentes, a todos nosotros los discípulos.
Son palabras que nos revelan, por decirlo de alguna forma, la intimidad de Dios, qué estaba sucediendo en Él cuando nos salvaba.
Nunca podremos agradecer suficientemente al Señor que nos conceda eso precisamente: Asomarnos a su mismo Corazón. Es algo que no resulta fácil de entender en un primer momento pero que luego se vuelve casi una ley para el creyente: Detrás de cada montaña de obstáculos hay un valle de consuelos; más allá del mar de las incertidumbres está la playa del descanso y el encuentro fraterno; por encima de la más espesa noche ya prepara su nacimiento la más hermosa aurora.
Glorifiquemos a Dios por estos misterios y pidamos al Padre Celeste que nos dé la mística gracia del conocimiento de la intimidad de Jesucristo, del conocimiento de cómo es Él por dentro, de su amor, en su unción, en su ofrenda al Padre, en su amor por la salvación de todos.
Reflexión y comentarios…