Daniela era una linda niña de cinco años, de ojos relucientes. Un día, mientras visitaba una tienda con
su mamá, Daniela vio un collar de perlas de plástico que costaba 100 pesos.
"¡Cuánto deseo poseerlo!" -dijo Daniela-. Preguntó a su mamá si se lo compraría, su mamá le dijo:
"Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos
a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar,
y no te olvides que para tu cumpleaños es muy posible que tu abuelita te regale unos 50 pesos,
¿está bien?"
Daniela estuvo de acuerdo y su mamá compró el collar de perlas.
Daniela trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas,
y tal como su mamá le mencionara, su abuelita le regaló un dólar para su cumpleaños.
En poco tiempo, Daniela canceló su deuda.
Daniela amaba sus perlas, las llevaba puestas a todas partes.
El único momento que no las usaba era cuando se bañaba, su mamá le había dicho
que las perlas con el agua ¡le pintarían el cuello de verde!
Daniela tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando Daniela iba a su cama,
él se levantaba de su sillón para leerle su cuento preferido.
Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo: "Daniela, ¿tú me quieres?",
"¡Oh si papá, tú sabes que te quiero!" -respondió Daniela-.
"Entonces, regálame tus perlas". "¡Oh papá, no mis perlas!" -dijo Daniela-
"pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita, ¿la recuerdas?
tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños y te doy su ajuar también,
¿está bien papá? ". "Oh no hijita, no importa" -dijo su padre-.
Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el cuento:
"Daniela, ¿tú me quieres?", "¡Oh si papá, tú sabes que te quiero!",
"regálame tus perlas" -dijo su padre-. "¡Oh, papá, no mis perlas!,
pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete, ¿lo recuerdas?
es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas.
"Tú puedes tenerlo si quieres papá". "Oh no hijita",
le dijo su papá dándole un beso en la mejilla, "Dios te bendiga, felices sueños".
Algunos días después, cuando el papá de Daniela
entró a su dormitorio para leerle un cuento, Daniela estaba sentada en su cama
y le temblaban los labios, "toma papá" -dijo-, y estiró su mano.
La abrió, y en su interior estaba su querido collar, el cual entregó a su padre.
Con una mano él tomo las perlas de plástico y, con la otra, extrajo de su bolsillo una cajita
de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas.
Él las había tenido todo este tiempo esperando que Daniela renunciara
a la baratija para poder darle la pieza de valor.
Aprovecha para hacer un pequeño inventario no solo de las cosas falsas
que tienes en el cuarto sino, sobre todo, de tus actitudes y comportamientos
que muchas veces son artificiales y que Dios espera que los dejes,
para que Él te pueda dar lo que es verdaderamente valioso.
Vivimos en un mundo con mucha superficialidad que nos ofrece gato por liebre;
no seamos ingenuos, vayamos a las perlas auténticas,
a los tesoros que sí valen,
estos están dentro de tu corazón y es Dios quien te los da,
¿de qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?... El cielo es la gran perla...
Dennis Doren
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