Lecturas para este día: Éxodo 32: 15-24. 30-34. Mateo 13: 31-35.
¨Dijo Jesús: El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas¨. Mateo 13: 31-32.
Nos cuenta un Señor: ¨Estaba un día esperando el autobús en la parada que está fuera de la Iglesia. Estaba conmigo mi madre. Se me acercó una señora muy anciana, vestida con un pequeño abrigo negro, ya lustroso por el uso. Caminaba a pequeños pasos, con la típica rígidez senil del tronco, de la cabeza y de las manos. Me preguntó si quería comprar una protección de estambre, de esas que sirven para coger ollas sin quemarse. De momento dije que no me interesaba. Entonces la viejecita se alejó sin insistir y sin dirigirse a nadie más. Me arrepentí de inmediato, porque comprendí que lo importante no era que yo tuviera necesidad de esa protección, sino que ella tuviera necesidad de venderlas a fin de poder ganar algo. Intercambie una mirada con mi madre, que la alcanzó enseguida y le preguntó a cuánto las vendía. ¨A veinte pesos la pieza, señora¨, respondió; ¨las he hecho yo misma a mano¨. ¨Tengo noventa y dos años…¨. ¨Le compro las cinco que lleva¨, le dijo mi madre. La viejecita miró a mi madre con una sonrisa cansada y apenas marcada; sin decir nada, se alejó con su andar tranquilo, un andar que dejaba inmóviles los brazos, los hombros y la cabeza.
Esta escena la he repensado y meditado dentro de mí muchas veces. La viejecita ya se había alejado: Qué otra cosa, o quién, nos convenció para comprar no una, sino todas las que vendía. Ésa es la cuestión: Hay una fuerza en el ser pequeño, pobre, sufrido y remisivo; una fuerza, sin embargo, que no le viene de fuera. Alguien se la ha puesto dentro, alguien que la posee. No es cuestión de perderse en muchas averiguaciones, Señor, porque sólo hay Uno que pueda poseer tal fuerza, sólo Uno puede haber pensado hacer todo esto: Tú. Tú la pusiste también en el corazón de quien la vio y la sintió. Es la única fuerza que ha existido siempre, que existe y que existirá siempre, la única fuerza que forma una sola cosa contigo, que hace de ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un único Dios: La fuerza de tu amor o, mejor aún, la fuerza del amor que eres¨.