Buen dia Aida
¿Cuáles son las verdades que susurras detrás de la puerta, porque tienes temor y por eso no las haces públicas? ¿Tienes miedo de las repercusiones? ¿Te ha dicho que guardes silencio alguien que te inspira temor?
Tal vez no tienes miedo, sino simplemente no tienes la oportunidad de que te escuchen los que necesitan saber la verdad.
A veces el miedo es: "¿Qué pasaría si nunca puedo decirlo?"
Cualquier temor es muy inquietante. Nos roba la paz que Dios nos ha dado. Pero en la lectura del Evangelio de hoy, Jesús dice: "¡No teman!"
Su primera promesa en esta Escritura es un rompe-miedos. Él nos asegura que podemos confiar en Dios para revelar cualquier verdad en público. Podemos orar: "Señor Jesús, Tú eres la luz del mundo. Ilumina la verdad con Tu santa luz, para que la gente que necesita saber de ella esté enterada. Utiliza las circunstancias y a las demás personas en sus vidas, para hacer que la verdad sea clara para ellos."
La vida es mucho más fácil cuando Dios elige a otros para revelar verdades difíciles, de esta manera no tendríamos que sufrir rechazos y persecuciones, ¿correcto? Aun así Él nos dice que no tengamos miedo de exponer la verdad. Sí, es probable que experimentemos privaciones a causa de ello, pero no deberemos temerles. Lo que debemos temer son las consecuencias de permanecer en silencio cuando Dios nos da algo para decir.
En favor de mis lectores que viven en países donde la persecución contra el Cristianismo es muy fuerte, unámonos todos en este momento en oración para su protección, mientras adoran a Jesús y sirven a su reino. Alabo a Dios por darme la oportunidad de compartir estas Reflexiones de la Buena Nueva con ellos, especialmente cuando no tienen Biblias, iglesias, sacerdotes, o libertad de practicar su fe públicamente. El apoyo que yo recibo para mi ministerio, me permite continuar proporcionándoles las Buenas Nuevas.
La segunda promesa que nos ofrece Jesús en la Escritura es otro rompe-miedos. Somos tan, pero tan importantes - ¡preciosos! - para Dios que siempre nos cuidará bien, sin importar qué tan mala o aterradora sea la situación. Aunque nos convirtamos en mártires por la fe, nuestros asesinos no pueden reclamar ninguna victoria sobre nosotros. Si sus persecuciones dificultan el diario vivir, estaremos más conscientes de Jesús, más conscientes de nuestra conexión con sus pruebas y su pasión redentora. Si matan nuestros cuerpos, nuestras almas serán abrazadas por Dios e inmediatamente gozaremos de las eternas recompensas celestiales.
¡No tengas miedo! De las persecuciones brota una mayor santidad, que no podríamos alcanzar de otra manera. La persecución no es divertida, pero es el sello de un verdadero cristiano. Si no estamos siendo perseguidos por nadie, es que no estamos hablando la verdad en voz alta y con suficiente coraje.  |