Acogida y guarecida
en el ángulo de sus manos,
fui palpitante poesía...
deshojaba silencios,
desnudaba madrugadas
y mordía fantasías.
Ahora...
no aguardo a que oscurezca
ni le espero en los rincones...
ni le pido a las estrellas
que aúnen las distancias,
que inmovilicen las horas
y que desagüen los mares.
Ya...
el rastro de la ausencia
tiene aroma a canela
y la sombra de sus besos
no me sabe a laberinto.
Los añorados brazos
que anhelaban mi cobijo
el olvido lo hizo verso...
Sólo la lejanía lo acerca,
al roce del recuerdo
en compases divididos.¡¡
D/A