Lecturas para este día: Isaías 29: 17-24. Mateo 9: 27-31.
“Al marcharse Jesús, le siguieron dos ciegos gritando: Ten compasión de nosotros, Hijo de David.” Mateo 9: 27.
Las noches más largas del año suceden en Adviento. A medida que los días avanzan, se van haciendo más oscuros. Y sin embargo, crece con ellos la esperanza de una luz grande que nos hace prender cada semana una de las velas de la Corona.
Alumbraremos cuatro, una por Domingo, y esperaremos que Dios mismo encienda la quinta, la de su venida en Belén.
Hoy el Evangelio nos recuerda la importancia de la luz: Dos ciegos suplican al Señor ¨ten piedad de nosotros¨. Y Dios los sana.
¿Cúal es la luz del Adviento que trae Jesús en este tiempo de espera? Una luz para cada oscuridad que atravesamos: Una luz para iluminar la oscuridad propia del futuro. Desconocemos lo que traerá el mañana, y por eso muchas veces nos asalta la ansiedad o la angustía.
Los militares usan gafas que detectan los rayos infrarojos y les permiten ver en la oscuridad. ¿Habrá unas gafas parecidas, unos cristales que nos consientan vislumbrar el futuro? Una luz para iluminar el futuro y nuestros deseos. Nos movemos atraídos por por muchos deseos, buscando plenitud. Pensamos que lo que nos mueve y da ilusión es el trabajo, las vacaciones, que pase una temporada difícil… pero luego, cuando llega el momento que tanto anhelábamos, nos damos cuenta de que no nos ha traído la felicidad.
La luz del Adviento nos ilumina en la oscuridad de nuestra vida para encontrar la fuente que sacie nuestra sed. Es también la luz de la esperanza, para confiar cuando alguien nos promete algo. Creer que, porque nuestro amigo es fiel, cumplirá lo que nos prometió. Así el futuro, que era todo oscuridad, se empieza a iluminar. Fue lo que ocurrió a los dos ciegos.
Del Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación.