Para dar a luz Cristo e iluminar el mundo a nuestro alrededor con su luz, tenemos que permanecer en la luz de Cristo.
Reposar en la luz de Cristo tiene que ser muy apacible. Pero no siempre es así, ¿verdad? ¡No cuando es demasiado brillante! Cuando Cristo nos revela un pecado que hemos estado cometiendo, nuestro primer impulso es cerrar los ojos. Entonces, o salimos corriendo para alejarnos y escondernos, o luchamos, forcejeamos y nos retorcemos en sus brazos.
Es difícil alejarse de la luz de la verdad. Todos tratamos, pero nadie lo logra. Bueno, por un momento, podemos llegar a enmascarar la pureza de la luz de la verdad con colores de nuestra elección, pero cuando realmente, sinceramente, queremos ser como Cristo, dejamos que Él transfigure nuestra naturaleza humana en su brillo divino. Y, cuando de veras confiamos en Él, aceptamos fácilmente esos cambios.
La luz de Cristo es reparadora,únicamente cuando abandonamos el deseo de interpretar la verdad conforme a lo que es más conveniente y lo que es más fácil de creer para nosotros. A veces malinterpretamos el valor de la verdad -- por ejemplo, una enseñanza de la Iglesia que no nos gusta porque es inconveniente o porque no tiene sentido para nosotros (como la prohibición contra la concepción artificial o por qué el matrimonio es un Sacramento entre un hombre y una mujer) -- y así rechazamos la enseñanza como que si fuera una mancha negra en las paredes de la Iglesia. Pero, al rechazarla, nos impide compartir la luz de Cristo con los demás.
Somos distribuidores de la oscuridad hasta que dejamos de oponernos a lo que Dios hace en la luz. Necesitamos relajarnos y permitir que su luz nos consuma, confiando en que estamos seguros en este proceso de transformación debido a la bondad de Dios. Entonces, como está descrito en la lectura del Evangelio de hoy, somos fortalecidos al trabajar unidos a Jesús.Trabajar junto a Jesús significa que haremos equipo con Él para amar como Él ama, arar lo que Él ara, e ir donde Él vaya.
Nuestras cargas se volverán ligeras cuando Jesús nos ayude a llevar la carga. El mundo alrededor nuestro se volverá más brillante desde el momento en que Él nos lleva hacia una dirección diferente a la que íbamos, bajo el peso del enojo, la resistencia y la ilusión, de que la vida tiene que ser fácil para ser buena.
Cuando nos relajamos en la luz de Cristo, empezamos a comprender como Él es manso y humilde de corazón.Ser manso significa ser fuerte en la verdad, sin forzar a nadie. Jesús sabe cómo crear un ambiente en donde los demás desearán saber por qué creemos en lo que creemos. Si no nos resistimos a lo que Él está haciendo, al tratar de tironear en la dirección equivocada, su yugo es suave.
En esta vida de estar unidos a Jesús, Él nos ayuda a trabajar duro. Él nos ejercita mientras, pacientemente, nos espera a que aumentemos nuestra fuerza para así ir más lejos en la distribución de su luz.
Me recuerda el colorido despliegue de las luces de navidad en una casa, cuando juntas forman una constelación que redefine viejas formas mientras rompen la oscuridad. Trabajar en equipo con Jesús es así, redefinimos viejas formas y patrones en nuestra vida conforme a la luz de la verdad, mientras descansamos en la fortaleza del amor de Cristo y en su guía.
Y así es como somos más efectivos en dar a luz a Jesús, plenamente, en el mundo.
Reflexión de las Buenas Nuevas
Miércoles de la 2da. Semana de Adviento
Diciembre 9, 2015
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.
© 2015 por Terry A. Modica
Tema anterior
Primer 
