Lecturas para este día: Génesis 3: 9-15. 20; Efesios 1: 3-6. 11-12. Lucas 1: 26-38.
“El ángel, entrando a su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. “Lucas 1: 26.
Como un oasis precioso, en medio del Adviento, celebramos la Fiesta de la Inmaculada. Y no sin razón. ¨Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya¨. (Gen.3: 15). Es el primer Evangelio, la primera Navidad, la primera gran noticia de la Buena Nueva. El anuncio anticipado de que Dios quiere salvar
al hombre. Empezará desde entonces, tras la caída de Adán y Eva, un gran Adviento. Dios inaugura así la edad de la esperanza, anterior a la edad de bronce y a la edad de hierro.
Tras la caída de nuestros primeros padres, empiezan a vivirse grandes pruebas de clemencia. El mismo Dios se preocupó de buscar vestidos que cubrieran la desnudez de Adán y Eva; de asegurar el sustento de sus creaturas y, sobre todo, de prometer un remedio salvador. María, la mujer, nos recuerda el gran deseo de que Dios tiene de salvarnos, la prisa de acudir en busca del hombre. Si por Dios fuera, su Hijo hubiera nacido enseguida. Pero hay que calentar antes el corazón de quienes lo recibirán; preparar la paja, disponer el pesebre, solicitar por si acaso sitio en la posada.
Mientras el Salvador llega, Dios señala la historia toda con la presencia de una Mujer. María es la manera como Dios quiere que nos preparemos cuidadosamente para recibir su Don. La figura de María en medio del Adviento nos asombra y llena de gozo al descubrir la prisa con que Dios quiere salvarnos, símbolo de su amor. de la caridad que le urge. Y a la vez nos indica el deseo del Señor que nosotros colaboremos con El.
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