A veces, no importa cuánto queremos hacer la voluntad de Dios, cometemos errores y lo malinterpretamos. San José, en la lectura del Evangelio de hoy, deseaba hacer sólo lo que era santo y compasivo. Asumió que lo correcto sería terminar su compromiso con María de manera silenciosa, en vez de someterla a las condenas de la ley, las cuales pedían que fuese apedreada a muerte por haber tenido relaciones con un hombre fuera del matrimonio.
Si nuestro deseo, realmente, es siempre hacer la voluntad de Dios, Él no permitirá que nos extraviemos por mucho tiempo en un campo de errores o en el mar de nuestros pecados. Él sabe que estamos tratando de hacer lo correcto y eso es lo que nos permite ser corregidos, porque el verdadero deseo de hacer la voluntad de Dios automáticamente significa que tenemos la humildad de aceptar la corrección.
Un día, hace muchos años, mientras manejaba más rápido de lo que permitía el límite de velocidad, porque ir más lento era demasiado aburrido para mi mente alborotada, le dije a Dios que Él debería re-crearme si quería que yo obedeciese la ley civil. La autopista estaba lo suficientemente vacía como para ser segura, aun yendo 20 millas por hora más rápido de lo que permitía la ley. Ir más lento parecía ridículo.
De repente, perdí todo deseo de ir tan rápido. ¡Dios realmente me re-creó! En un sólo momento.
¿Le has dado permiso a Dios para que te transforme?
Cuando nos falta humildad, cualquier deseo que decimos tener sobre obedecer la voluntad de Dios, es sólo un disfraz. Es una máscara que esconde nuestro intento orgulloso de parecer importantes, o respetables o superior a los demás pecadores. Esta es la diferencia entre el legalismo, como el de los fariseos, y la verdadera obediencia. La última viene con un deseo de ser corregidos y de permanecer en una actitud de discernimiento constante, jamás confiando en lo que nos parece obvio.
La voluntad de Dios no siempre coopera con la ley civil, si no, hubiera querido que José sometiera a María a las penas de la ley. Dios podría haberla sanado de la muerte luego de haber sido apedreada, pero no, Él tenía un plan más amoroso. Y lo reveló mediante un ángel.
Los ángeles son mensajeros de la luz. Los espíritus malignos se pueden disfrazar de ángeles de luz, pero cada vez que estamos yendo en la dirección equivocada, Dios hace que su voluntad sea perfectamente visible. Los errores se corrigen cuando vemos dónde alumbra la luz de Cristo y vamos hacia ella, es decir, vamos hacia donde nos lleva la inspiración de Dios para permitirnos tener una relación más profunda, cercana y humilde con Cristo.
Nuestros ángeles guardianes y otros mensajeros de la luz, nos ayudan a encontrar el camino correcto; nos revelan la dirección correcta al hacer que brille más que cualquier otra decisión. Nuestros espíritus son atraídos por esta luz.
Piensa en una elección que debes hacer hoy. Hay un ángel que te está llevando hacia el camino correcto. Tu espíritu lo reconoce al sentir la presencia de la santidad, la paz de Cristo y el coraje de Dios. Ponte en contacto con lo que tu espíritu sabe y confía en eso.
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