Lecturas para este día: Daniel 3: 25. 34-43; Mateo 18: 21-35.
¨Señor, Dios nuestro: Por el honor de tu nombre; no apartes de nosotros tu misericordia¨. Daniel 3: 25.
Queremos, en esta Cuaresma, siguiendo la invitación del Papa Francisco, en su Carta Apóstolica: Misericordiae Vultus, reflexionar acerca de esta Misericordia del Padre por nosotros. Dice el Papa: ¨Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación: Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Misericordia: Es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
Misericordia: Es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.
Misericordia: Es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.
Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes.
Este Año Santo lleva consigo la riqueza de la misión de Jesús: Llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella.