Lecturas para este día: Oseas 6: 1-6. Lucas 18: 9-14.
¨Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor¨. Salmo 50
Pero hay muchas otras voces, voces fuertes, voces llenas de promesas muy seductoras. Estas voces dicen: ¨Sal y demuestra que vales¨.
Poco después de que Jesús escuchara la voz llamándole ¨mi hijo amado¨, fue conducido al desierto para que escuchara aquellas otras voces. Le decían que demostrara que merecía ser amado, que merecía tener éxito, fama y poder. Estas voces no son desconocidas para mí. Siempre están ahí, y siempre llegan a lo más íntimo de mí mismo, allá donde me cuestiono mi bondad y donde dudo de mi valía.
Me sugieren que tengo que ganarme el derecho a que se me ame, a través de una serie de esfuerzos y de un trabajo muy duro. Quieren que me demuestre a mí mismo y a los demás que merezco que se me quiera, y me empujan a que haga todo lo posible para que se me acepte. Niegan que el amor sea un regalo completamente gratuito.
Dejo el hogar cada vez que me llama y haga caso de las voces que me ofrecen una inmensa variedad de formas para ganar el amor que tanto deseo.
Hemos escuchado estas voces casi desde siempre. Me han llegado a través de mis padres, mis amigos, mis maestros, y mis colegas, pero sobre todo, me han llegado, y todavía me llegan, a través de los medios de comunicación que me rodean. Y dicen: ¨Demuéstrame que eres un buen chico. ¡Y mejor todavía si eres mejor que tu amigo! ¿Qué tal tus notas? ¡Estoy seguro de que lo que hagas lo harás por ti mismo! ¿Qué contactos tienes? ¿Estás seguro de que quieres ser amigo de esa gente? ¡No descubras cuáles son tus debilidades porque te utilizarán! ¿Ya lo has arreglado todo para cuando te jubiles? ¡Cuando dejas de producir, dejas de interesar a la gente! ¡Cuando… estás muerto, estás muerto!