Un día, cuando me sentía debilitada por algunas dificultades que venían durando mucho tiempo, le dije a Dios, "Estoy cansada de ser traicionada, atacada y mal interpretada. Necesito re--enfocarme en lo que
tú piensas de mí y sacar de mi mente lo que otros piensan de mí. ¡Muéstrame algo por favoooooooor!
Muéstrame algo que me vuelva a dar energías para volver a la batalla sin convertirme en una víctima de la guerra."
Dios está constantemente comunicándose con nuestro espíritu interior. Cuando escuchamos, el alma comunica Su mensaje a través de nuestra imaginación, utilizando imágenes, símbolos, olores o sonidos para que nuestra mente consciente interprete lo que nuestros espíritus interiores oyen.
En respuesta a mi petición Dios respondió y, en mi imaginación, "vi" una hermosa mansión. No era hermosa según normas terrenales. De hecho, no tenía sentido en términos terrenales. Estaba bañada en una luz blanca muy brillante, pero no como cualquier luz que conocemos aquí en la tierra. Era luz pura. Era la luz de Dios, y la mansión representaba lo que Jesús dice en la lectura del Evangelio de hoy.
Este era Mi lugar. Tenía una sección principal muy grande con muchas extensiones adicionales de diferentes tamaños y estilos de arquitectura. La sección principal era yo, mi vida, o más bien la parte de mi vida que podré llevar conmigo al cielo, después que todo lo demás se haya purgado durante el proceso de muerte-resurrección conocido como purgatorio.
Sobre la puerta delantera había una joya enorme, como un diamante. Irradiaba la misma luz que impregnaba todo el cielo. Le pregunté lo que representaba. La respuesta: el Espíritu Santo. La explicación: cuando el Espíritu Santo irradia desde mí, las personas son atraídas a mí y quieren ser parte de mi vida. Y, cuando los dejo entrar, mi mansión crece (las extensiones).
Algunas de estas extensiones eran grandes habitaciones que representaban a personas que están llenas del amor de Dios. Otros tenían habitaciones con techos torcidos o mala construcción porque hicieron un trabajo pobre en la construcción de sus relaciones con Dios. Algunos tenían medias habitaciones porque salieron de mi vida antes de que Dios quisiera que la dejaran. Y cada adición tenía su propia belleza, reflejando la personalidad de haber sido hecho a imagen de Dios.
Tú estás construyendo una mansión celestial similar. El tamaño de tu mansión está determinado por cuántas adiciones permites que otros construyan.
Todas las dificultades en las relaciones bien valen la pena soportar, si recordamos que estamos construyendo con ladrillos de amor y si confiamos en el Espíritu Santo que nos ayuda en los tiempos difíciles. Aun cuando otros golpean demasiado fuerte con sus martillos o utilizan madera abombada o compran los materiales equivocados, son adiciones valiosas a nuestras vidas; cada nueva habitación aumenta el valor de la casa.
Cada vez que demolemos una de estas adiciones, porque no nos gusta, o siempre que alguien coge su madera y se va, el resultado es un enorme agujero feo.
Jesús dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida." Él tiene la última morada y nuestras casas celestiales son adiciones que conectan nuestra vida a la suya. Si tu vida irradia el Espíritu Santo, estás atrayendo a la gente a tu mansión, y por lo tanto también estás atrayendo a la gente a la mansión de Dios .
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