Nuestra primera lectura de hoy habla a los ricos pero, aunque seamos económicamente pobres, es probable que tengamos las mismas actitudes materialistas. Los centros comerciales, hoy en día, están diseñados para atraer a los clientes apelando a nuestro deseo de riqueza. Sus pisos de mármol, techos altos, arquitectura palaciega y jardines interiores alimentan nuestros deseos plebeyos de sentirnos como la realeza.
En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos advierte que es muy peligroso atender a los deseos de nuestra naturaleza carnal. Observa que no dice que somos destruidos por las cosas de este mundo, somos destruidos por el mal uso o por responder mal a las cosas de este mundo. Pone la culpa directamente en nuestras manos, nuestros pies, nuestros ojos, no en lo que tenemos, donde vamos o lo que vemos.
"Si tu mano te hace pecar, ¡córtala!"Nuestras manos pueden bendecir a otros con toques de amor o puede golpear. Pueden sostener la Sagrada Eucaristía en adoración o pueden tomarla mientras corremos hacia fuera para continuar una vida muy mundana."
"Si tu pie te hace pecar, ¡córtalo!" Nuestros pies nos pueden llevar a esos acontecimientos extras en la iglesia (Misa diaria, días de precepto, reuniones de Ministerio, las misiones parroquiales, etc.) o pueden llevarnos a bares y fiestas donde contribuimos a chistes pecaminosos, bebiendo y tratando asuntos lujuriosos.
"Si tu ojo te hace pecar, ¡sácalo!" Nuestros ojos nos pueden llevarnos a un estado de meditación mientras admiramos una hermosa estatua de la Santísima Virgen o pueden "desnudar" mentalmente un cuerpo sexy. Pueden ver la verdadera presencia de Jesús en la Eucaristía o pueden ver programas de televisión inmorales.
Jesús dice, "¡Córtalo!"
Jesús también dice: "Todos serán salados con fuego." La sal es un purificador. La sal elimina las bacterias que causan que los alimentos se estropeen. Pero ¿cuál es el "fuego" que nos salará?¡El Espíritu Santo!
Podemos deshacernos de la maldad que arruina nuestras vidas dejando que el Espíritu Santo nos consuma como el fuego que consume una vela. Todas las mañanas, dale a Dios tus manos, tus pies, tus ojos, todo lo que podría hacer que caigas en pecado. Jesús está diciendo, "mantengan la sal de mi amor en sus corazones y estarán en paz unos con otros."
No tenemos que ir al centro comercial para sentir como de la realeza. Al ser purificados por el fuego del Espíritu Santo, nos convertimos en quienes somos realmente: ¡princesas y príncipes reales del Gran Rey del Universo!