En un pequeño huerto llamado paraíso nació garbancita. Garbancita destacaba de sus hermanos y hermanas por su finura e inocencia. Empezó a crecer y a crecer y garbancita creció tanto hasta rozar las nubes del cielo, miraba hacia abajo y no le gustaba lo que había en el huerto, concretamente en el trozo de tierra dónde comenzó su existencia. Desde las nubes veía como los gusanos e insectos se comían unos a otros. Hacían guerrillas hasta devorarse.
A garbancita cada vez le costaba más noche tras noche en la puesta de sol bajar al paraíso, se negaba ver y vivir esas luchas constantes que ella desde las nubes veía día a día. Una noche decidió no volver más a ese huerto, "me quedaré en las nubes para siempre jamás", decía la inocente garbancita. Allí entre las nubes jugaba al "esconder", era fácil, las mismas nubes la cubrían para que ni siquiera ella viera nada. Se instaló cómodamente, elaboró con las nubes un castillo y se metió dentro de él.
A la luz de la luna bajaba una vez al año, se sentía sola. Un año conoció a garbancito, se enamoró de él y con mucha zalamería se lo llevó a su castillo. Se multiplicaron y crecieron más garbancitas. Todos menos garbancita se bajaron al huerto, las garbancitas querían conocer el paraíso por si mismas, al garbancito le gustaba trabajar y competir en el huerto. Garbancita soñaba cada noche que garbancito estaba con ella. Pasaron los años y garbancita seguía en las nubes con su castillo, instalada cómodamente y con su garbancito soñado. Un buen día una tormenta rompió las nubes dónde se había refugiado garbancita durante cuarenta años, comenzó a llover y a llover, y las lagrimas de garbancita se fundieron con la lluvia. Empujada por la tormenta cayó hacía abajo, al huerto donde nació. Allí no se encontraba en su casa, estaba como perdida, tenía que empezar de nuevo a construir su vida y no sabía como hacerlo. Garbancita enfermó gravemente, solo se quería morir, toda la vida viviendo entre las nubes y ahora no le quedaba otra que construir y vivir en el mismo huerto que un día huyó de él, porque no le gustaba las guerrillas ni competiciones. Garbancita fue cobarde y nunca supo afrontar su realidad, fabricándose un mundo de fantasía en su interior. Todos llevamos dentro una garbancita, no dejarla crecer hasta las nubes, para caer en la misma trampa. Hay que trabajar y labrar la tierra por muy dura que ésta sea y construir la casa (la vida) sobre roca firme, nunca en las nubes, porque una tormenta grande o pequeña tarde o temprano la derrumbará y nos pasará como a garbancita.
Autor desconocido
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