Al reflexionar acerca del Evangelio de hoy, recuerda el momento en el que alguien te presentó a Jesús de tal manera que te cambió para siempre.
¿Haces lo mismo por los demás? En la primera lectura de hoy, imagínate a ti mismo como el mensajero. ¿Estás alerto a las oportunidades que te da Dios para presentarle a Jesús a los que te rodean? Los ángeles son mensajeros enviados por Dios y la palabra "evangelista" lleva la palabra "ángel" en el medio: ¡tienes por lo menos un ángel asistiéndote cuando evangelizas!
Estamos llamados a trabajar con ángeles todos los días. Personalmente creo (pero sólo Dios puede juzgar) que es un pecado horrible desperdiciar oportunidades para evangelizar. ¡Las almas eternas de los demás están juego! El Señor me hizo entender esto un domingo cuando mi familia y yo llevamos a algunos amigos a Misa. La madre había sido católica y sus hijos se criaron sin iglesia, pero dijeron que sí a nuestra invitación de ir a misa.
¡Estábamos tan emocionados por ellos! Pero lamentablemente el sacerdote se pasó la homilía entera tratando de hacernos sentir culpables para que incrementáramos nuestras donaciones para recaudar fondos, sin decir una sola palabra sobre las Escrituras o Jesús o la fe. Entiendo lo necesario que es pedir donaciones, pero su mensaje no fue una homilía. Bien podría haberlo relacionado con las Escrituras de ese domingo, explicando que nuestra fe crece cuando le confiamos a Dios nuestros regalos de generosidad. Él perdió su oportunidad de evangelizar, la cual hubiese incrementado las donaciones de manera más efectiva que regañar a la congregación.
Sospecho que Jesús también estaba consternado. Oremos seriamente por las almas de los sacerdotes cuando sus homilías no ayudan a edificar la fe, porque ellos tendrán que hacerse responsables de cada oportunidad que Dios les da.
Todos tenemos que responsabilizarnos. ¿Qué le vas a decir a Jesús cuando mueras y él te muestre las oportunidades que ignoraste? Todos somos llamados a evangelizar usando las situaciones únicas de nuestras vidas, nuestros regalos, nuestros talentos, nuestros trabajos, nuestras personalidades, nuestras experiencias y aún nuestros sufrimientos.
En nuestros bautismos y al final de cada misa se nos encomienda el compartir la Buena Nueva. Hemos sido llamados a evangelizar al reconocer a Dios y al glorificarlo en nuestras actividades diarias, diciendo junto al salmista del Salmo 23, 7-10: "¿Quién es el rey de la gloria? ¡Es el Señor!"
Nosotros, como María y José, llevamos a Jesús al templo de las esperanzas, los sueños y las necesidades más íntimas de los demás, ¿verdad?
Una oración:
Padre amoroso, te pido la gracia de presentarle a Jesús a los que me rodean, a veces hablando de él, pero siempre demostrando su amor en la manera en que vivo mi vida. Hazme más consciente de las oportunidades que me das y asegúrate de que yo haga lo que Tú quieres que haga como tu mensajero, especialmente cuando estoy con __________. ¡Amén!