¿Cómo te sientes cuando te felicitan? La mayoría de nosotros nos sentimos avergonzados. Esta reacción típica sucede bien porque no nos damos cuenta de que es Dios nuestro Padre quien nos está alabando, o porque no creemos que es humilde aceptar la alabanza, aun cuando la alabanza viene de Dios.
En la historia del Evangelio de hoy, Jesús deja en claro que la única alabanza que realmente importa es aquella que se origina del Padre, y tal alabanza es muy importante.
La alabanza es buena. Nos hicieron a la imagen de un Dios que valora ser alabado. Pero porque tememos que no es humilde aceptar elogios, rápidamente negamos la afirmación. Bien adivina que. Eso está diciendo a la gente que nos elogia que son mentirosos. E inicia el juego de "Si digo que no soy digno de tu alabanza, entonces tratarás de convencerme de que soy realmente digno de ello, y recibiré más atención de ti mientras arrastramos esto por más tiempo. "
¡Que desastre! El orgullo se confunde con la humildad. La verdadera humildad significa aceptar alabanzas y reconocer que en última instancia el crédito va a Dios. La verdadera humildad significa afirmar a quienes nos elogian aceptando sus amables palabras y buenas intenciones.
Jesús dijo que la alabanza del Padre da testimonio del valor del Hijo. Jesús no estaba implicando que la afirmación de Juan fuera inválida. Por el contrario, recordó a los judíos el testimonio de Juan precisamente porque era muy importante. Pero mayor que la alabanza de Juan era la del Padre. El que envió a Jesús al mundo fue el mejor para juzgar lo bien que estaba cumpliendo su llamado.
Tú también has sido enviado por el Padre. Tú también has sido comisionado y facultado para dar a Jesús al mundo usando todos los dones que te ha dado y todo el bien que hay en ti. Si estás haciendo esto a lo mejor de tu capacidad actual, y si estás obedeciendo al Padre a lo mejor de tu conciencia, el Padre te está alabando como él alabó a su Hijo, Jesús.
¡No menos que eso!
¿Puedes sentir su alabanza? Muchas veces la necesitamos cuando somos menos conscientes de la alabanza de Dios. Esto suele suceder cuando otros nos hacen menos.
Por lo tanto, tenemos que ponernos a disposición de lo que el Padre quiere decirnos. Debido a que no podemos escuchar su voz de manera audible, él nos habla a través de la gente - ¡pero no a los que nos están haciendo menos! ¿Quién es el Padre que hoy se está poniendo delante de ti? Tú puedes encontrarlo en eventos en la iglesia, e incluso en el trabajo, en el campo deportivo, en Facebook, o en cualquier lugar. Si ellos afirman lo que es verdadero en ti, si te animan y te edifican, es el mismo Padre quien te está ministrando.
Deja que tu Padre te abrace con su amorosa alabanza: Acepta la afirmación de los demás. Y cuando la gente te derrumbe o te desanime, recuerda que es sólo la opinión de Dios sobre ti es la que importa, ¡y él te quiere mucho más que ellos!
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