Parte 21
Al irnos redescubriéndonos como lo que realmente somos, parte integral de Dios mismo, espíritu de su mismo Espíritu, mente de su misma Mente, y extensión de él a su imagen y semejanza, nos debería llevar a reflexionar en la verdad de su Palabra para ir sintiendo la necesidad de disponernos a conocer más de él para que seamos convencidos de obrar y conducirnos de acuerdo a su Palabra contenida en el Nuevo Testamento, en el que se manifiesta, que para que la total Voluntad de Dios sea en nosotros, deberemos obedecer su mandato de respetar los tiempos para escuchar y guardar fidelidad a su Hijo Jesucristo en sus enseñanzas plasmadas en los Evangelios, y de ésta manera, nos hagamos merecedores de recibir las promesas, los dones, y el fruto del Espíritu Santo que Dios nos hará llegar a través de Nuestro Señor Jesucristo para entender las maravillas de Dios en las cosas de la vida en este mundo, y las profundas maravillas del mundo espiritual de Dios.
Si eso es lo que queremos, recordemos que deberemos buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura, y será entonces, que podremos colocarnos en el camino que nos restaure en el Reino de Dios en este mundo para integrarnos por completo con El Padre, con El Hijo y con El Espíritu Santo de Dios para alcanzar la vida eterna en el mundo venidero.
Hemos vivido la inmensa mayoría de la humanidad preocupándonos por las cosas de la carne, es decir, tratando por cualquier medio de llevar una vida con, o llena de comodidades basada en la tenencia o acumulación de riquezas materiales que nos permitan gozar de una supuesta tranquilidad personal, y cuando hemos logrado aunque sea medianamente ese deseo basado en las cosas materiales y placeres del mundo y logramos ciertas riquezas en dinero y posesiones, vemos con mucha tristeza, que ese afán por obtener esas cosas que nos satisfagan a través de lo material, sólo nos ha acarreado un sinnúmero de problemas familiares y sociales que nos han sumido en situaciones muchas veces de desesperación, frustración e intranquilidad, y todo esto, porque en nuestro afán por poseer esos satisfactores para nuestra vida personal, con muchísima frecuencia superfluos, nos ha colocado en la mayoría de las veces en posiciones de aceptación de situaciones incorrectas en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales y religiosas e inclusive hasta en nuestra propia familia, ya que creemos firmemente que así conviene a nuestros objetivos de superación personal, lo que trae como consecuencia, que muchas veces descuidemos lo que normalmente es el motivo de nuestras aspiraciones; La familia, lo que por lógica, nos lleva a caer en situaciones bastante incómodas con ella, porque la atención que le damos a nuestro afán personal de superarnos a cualquier costo, es mucho mayor que la atención que demanda y requiere nuestro entorno familiar, y caemos, aún dentro de nuestra propia familia, a aceptar lo que no debemos aceptar; lo que sin duda va afectando cada vez más nuestras relaciones familiares, que en la mayoría de nosotros, es la razón primordial de nuestras aspiraciones.