Parte 22
Si estamos alcanzando nuestros objetivos personales a costa de sacrificar momentos claves en la familia, el riesgo de caer en múltiples tentaciones aumenta, ya que si no tenemos un mediano conocimiento de la voluntad de Dios, estaremos más que expuestos a caer en muchas de ellas, lo que haría que desaprovecháramos lo alcanzado y se deteriorará aun más la aparente tranquilidad y felicidad pasajera de que creemos estar gozando.
Por otra parte, si no alcanzamos lo que nos propusimos aún cuando pusimos nuestro mejor empeño en conseguirlo con trabajo, desvelos y sacrificios, o con otros medios, nos daremos cuenta de que en ésta y en cualesquiera de las situaciones anteriormente descritas, lejos de obtener la tranquilidad deseada por medio de obtener la mayor cantidad de logros materiales, lo que realmente hemos obtenido es una serie de problemas de cualquier tipo que amenazan acabar con la escasa tranquilidad que nos queda. Todo esto es la consecuencia de habernos dejado convencer para construir sobre bases a las que por tradicional descuido e ignorancia estamos acostumbrados, lo que nos impide ver un poco más allá de lo que nos dejan ver esas tradiciones humanas, inclusive en lo religioso, para darnos cuenta, de que las consecuencias adversas que ahora padecemos, se deben primordialmente a que construimos nuestros castillos en el aire o en la arena, es decir, construimos sobre bases nada sólidas.
Recordemos que todo forma parte del plan divino que Dios tiene para cada uno de nosotros, y que, por la decisión personal nuestra para buscar, encontrar y seguir el conocimiento espiritual que nos dará el crecimiento verdadero, será por lo que Dios nos hará partícipes del don del discernimiento espiritual para empezar a disfrutar, en su orden y en su propósito, lo mucho o lo poco que hemos conseguido.
Así, pues, ese discernimiento le será dado a todo aquel, que a través de introducirse poco a poco en la reflexión y meditación de la Palabra de Jesús, se muestre obediente a la voluntad de Dios guardándola y enseñándola a cumplir con fidelidad para hacer suya la Alianza Nueva y Eterna de Dios con los hombres.
Siempre estaremos en los últimos tiempos en los que seremos juzgados justos y pecadores, y que solamente los creyentes de Jesús que guarden obediencia al mandato de Dios, serán participados de su Reino al obtener plenamente el Fruto del Espíritu, lo cual se hará realidad, cuando la semilla de la fe espiritual que Dios altísimo nos regaló, la sembremos y cultivemos en nuestro jardín del alma, con esmero y dedicación, para que alcance la madurez necesaria.
Al cosechar ese fruto, estaremos siendo sumergidos en el Río de Agua Viva que en Jesús es, y seremos convertidos en afluentes y fuentes de esa bendita agua para darla de beber al sediento, compartiendo la fe y el Amor de Dios por nosotros a través de Jesús, aceptando en nosotros la promesa de Dios hecha al hombre cuando en su Palabra dice:
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en él crea no se pierda sino que tenga vida eterna"
Juan 3: 16