Parte 23
Cristo obedeció al Padre por amor al hombre, un amor sublime, un amor ágape, verdadero y desinteresado, un amor que solo puede venir de Dios a través de Jesús, para que por medio de ese amor de Jesús por el hombre, entendamos el amor de Cristo por el Padre, ese amor que recibimos nosotros al dar Cristo su vida en rescate para libertarnos de las cadenas y la oscuridad en que nos tiene sumergidos el Tentador en éste mundo. Al entender esto a profundidad, seremos llenos de la fe de Dios, la fe que viene por el oír, y el oír la Palabra de Dios, y cuando esa fe inunde nuestros corazones y nuestras vidas, empezaremos poco a poco a darle a Dios el primer lugar en todo. Por eso, es muy importante guardar y enseñar a cumplir lo que Jesús nos manda a través del Nuevo Testamento para que entremos de lleno en nuestro desarrollo espiritual y nos sea permitido disfrutar a plenitud del Reino de Dios aquí en la tierra, y que se encuentra, según su Palabra, en medio de nosotros, y que por la misma razón de esa fe y ese amor en Cristo Jesús, seamos conducidos a su debido tiempo a la única y verdadera morada con Dios que Jesucristo ya tiene preparada para todos aquellos que dejemos de buscar nuestra identidad en los hombres, y busquemos, encontremos y conservemos nuestra verdadera identidad en Jesús nuestro Señor.
La Honra y la Gloria y la Alabanza de todo lo aquí escrito le pertenece a Dios en su Santísima Trinidad, ya que por su Gracia y por su Amor, es que se hace esta invitación para interesarnos en encontrar la forma correcta de llegar al camino de la felicidad que perdura y que el hombre con mente abierta busca en forma constante, es decir, una búsqueda con orden y con el propósito para conocer el porqué fuimos creados como seres trinitos semejantes a Dios.
Para que nuestro enfoque y dirección de esa búsqueda sea en la forma adecuada, deberemos tratar de integrar las partes que conforman nuestro ser humano, cuerpo, alma y espíritu en la posición correcta, y para que así sea, tenemos que saber y reconocer, que al ser formados por Dios a su imagen y semejanza, fue porque él así lo decidió para que en su momento, según su plan en su orden y propósito, el hombre busque, encuentre y permanezca en su verdadera identidad, en él.