Parte 33
Normalmente el hombre se encuentra inmerso casi en forma total en el mundo material que lo rodea, ya que en él encuentra los satisfactores, que en caso de poseerlos, le darán una vida estable que le harán pensar y creer que esa es la finalidad misma de la existencia, sacrificando inclusive, -por su afán de poseer estos satisfactores lógicamente materiales-, valores tan importantes como la familia, el trabajo, la sociedad, la religión, y en sobremanera, los valores espirituales. Esto sucede por la ignorancia tradicional acerca del conocimiento real de lo que es y debe hacer nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu, que como ya dijimos antes, por alguna extraña razón sabemos que existen pero en realidad no sabemos donde se encuentran ni cual es la verdadera función que les ha sido encomendada en nuestro ser, pero lo mas preocupante y lo más triste, es nuestra ignorancia con respecto a Dios, ya que a pesar de que creemos en El, lo sentimos muchas veces tan distante y tan lejano que nos impide tener alguna relación realmente auténtica, estrecha, y poderosa con El.
Lo que realmente sucede, es que el ser humano se mueve y se desarrolla en un círculo vicioso que no le permite vislumbrar de ninguna manera el enorme y variado potencial espiritual que lo rodea, ya que normalmente la información que recibe en su cerebro proviene del mundo material en el que vive y nuevamente es allí en donde lo vuelve a aplicar, y así, sucesivamente.