Parte 59
Para conocer la forma para entrar al conocimiento de cómo preparar adecuadamente nuestro jardín del alma para realizarnos plenamente en el Reino de Dios en abundancia en este mundo y acceder a la vida eterna en el mundo venidero, surgen las siguientes preguntas:
¿En donde se encuentran las herramientas y los nutrientes necesarios para cultivar adecuadamente en nuestro jardín del alma la semilla de la fe espiritual que Dios depositó en la mente de cada uno?
¿Cómo entrar a esa fuente de provisión?
¿Quién la recibe y a quien es transmitida?
¿Cuál es el camino y el medio que se sigue para que esto ocurra?
La respuesta a estas y muchas preguntas más serán descubiertas si empezamos por abrir nuestra Biblia y nuestra mente espiritual o mirada interior y rendimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios para que ésta sea en nosotros y recibir y discernir, que no a razonar, todo el conocimiento que Dios reserva a todos aquellos que rinden a él su libre albedrío para hacer suya la Voluntad de Dios.
Veamos la primera pregunta:
¿En dónde se encuentran las herramientas y nutrientes necesarios para cultivar adecuadamente en nuestro jardín del alma la semilla de la fe espiritual que Dios depositó en la mente del hombre
Es indiscutible que existen en el ambiente que nos rodea y que nos envuelve por completo, diversas energías de las cuales conocemos su origen y su función como la electricidad, las ondas sonoras, magnéticas, etc.
También sabemos que hay otras energías, fuerzas o poderes como la clarividencia (ver lo que otros por más que quieran no verán), y la clariaudiencia (oír lo que otros por más que quieran no oirán), y aunque creemos que existen por la Palabra de Dios, desconocemos cómo o por qué funcionan a ciencia cierta.
También sabemos que todos tenemos podemos llegar a tener poderes mentales o energías que pueden obrar verdaderos milagros en uno mismo o en otras personas restaurando o sanando dolencias o enfermedades restituyendo la salud física y mental.
Otras veces se han presentado soluciones a determinados problemas de cualquier tipo que nos habían robado la paz y la tranquilidad, en formas que podríamos llamar milagrosas.