Parte 86
Podemos decir muchas cosas más, infinidad de cosas más respecto a la condición en la que el hombre permite que su ser se desenvuelva y sea manipulado y dominado por cualquiera de las tres situaciones en las que normalmente se encuentra en este mundo por su propia voluntad, pero la realidad es que su libre albedrío lo amarra inconscientemente a este mundo tradicional y materialista y no a la voluntad de Dios, como debería de ser.
¿Con cuál de las situaciones anteriores se identificó usted.
Con la número 1.
Con la número 2.
Con la número 3.
Con una combinación de ellas? Sea honesto con usted mismo al contestar esto.
Cuando ya contestamos con honestidad y reflexionando sobre lo que se nos pregunto anteriormente, entremos a la siguiente reflexión cuando Jesús nos dice:
“¿A que cosa puedo comparar el Reino de Dios?
Es semejante a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”
Lucas. 13: 20-21
Como podemos darnos cuenta con el discernimiento espiritual y no con la lógica humana, es decir: lo que viene del Espíritu Santo Intérprete de la Mente de la Sabiduría de Dios y no del razonamiento de la mente tradicional de hombre; esta parábola nos está diciendo, que el hombre no debe caer en la equivocación de situar a alguna de las personalidades de su ser en una posición que no le corresponde y que no esté de acuerdo al orden que Dios establece en su Palabra en El Nuevo Testamento, es decir, posiciones que lo conducen sin siquiera darse cuenta a los extremos, en los que, en lugar de ubicarse en el orden que Dios quiere en su ser, lo llevan inexorablemente a confundirse y a pensar en que, como ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios, tiene el pleno derecho a determinar libremente el orden y la forma en que quiere conducirse en su vida como la voluntad de Dios.
Esto quiere decir que el hombre siempre está expuesto a caer en situaciones extremas que le hagan pensar y sentir, por un lado, que él es el que tiene el control total de su vida y que Dios está para sostenerlo.
Por otro lado, el hombre cae en la creencia de que su verdadero poder se encuentra en su capacidad mental para analizar, proyectar, definir, accionar y controlar cualquier situación por muy difícil que se presente, y que además ese poder mental puede transportarlo a niveles de conciencia superiores que le harán conocer los grandes enigmas de la vida y poder transformar, con esos conocimientos de sabiduría humana ocultos a la inmensa mayoría de los seres humanos, su vida y la vida de los demás, en los que se ofrece cubrir todas sus necesidades materiales, físicas y emocionales únicamente confiando en su poder mental.
Y en otra de las situaciones extremas en que el hombre coloca a la última de sus personalidades que conforman su ser, se encuentra la condición espiritual en forma no apropiada según El Nuevo Testamento, ya que pretende utilizar esta condición espiritual, para hacerle sentir y hacer creer a infinidad de personas, que sus conocimientos ocultos, combinándolos con una que otra cita bíblica o con imágenes religiosas acomodadas según su conveniencia materialista, serán el remedio para todas sus necesidades materiales, físicas y emocionales como por arte de magia.