Parte 98
Cuando en lo natural se enciende una lámpara y brilla y da luz en todo su esplendor, nos damos cuenta de inmediato que esa luz se produce porque la lámpara está recibiendo la energía que proviene de una fuente de poder a través de accionar el contacto correspondiente para compartir esa energía y esa luz con todo lo que ella ilumina.
En lo espiritual, volvemos a decirlo, sucede exactamente lo mismo, solo que la energía que proviene de Dios la hacemos nuestra a través de Jesús cuando declaramos con nuestra boca que Jesús es nuestro Señor y Salvador personal y suficiente.
Al ser convertidos en hijos obedientes de Dios, adquirimos el derecho total a disfrutar de toda la herencia prometida y contenida en el Nuevo Testamento que Dios, a través de Cristo Jesús nos hace partícipes plenos; pero debemos de guardar con fidelidad su Palabra como la voluntad de Dios para ser merecedores de los Dones del Espíritu y del Fruto maravilloso que él produce, lo que nos hará proyectar a nuestros semejantes la imagen y semejanza de Dios en nosotros para la Honra y la Gloria y la Alabanza de El en su Trinidad Santa y perfecta.
Estudie, reflexione y medite profundamente la Palabra de Dios contenida en el Nuevo Testamento de las Sagradas Escrituras, disciérnalas y trate de extraer su esencia espiritual y póngala por obra para lograr la plena comunión con nuestro Dios.
Ahora, hagamos un pequeño resumen de lo que vimos, anteriormente.
Recordemos que deberemos conformar a nuestro ser en el orden correcto según el Nuevo Testamento, es decir: espíritu, alma y cuerpo, para que haya la real y suficiente comunicación con Dios y estar en contacto directo y permanente con El, por lo que tenemos por fuerza que conocer, estudiar, reflexionar y meditar, para discernir y disciplinarse para poner en práctica todo lo que la Palabra de Jesús en el Nuevo Testamento nos manda para iluminar de una vez y para siempre, las tinieblas en que hemos vivido desde que el hombre hizo suya la mentira de Satanás, lo que nos convirtió en hijos de la tentación, y volver a ser obedientes de la Palabra de Dios dada a Jesucristo Nuestro Señor y así ser restaurados en su Reino para el Honor y la Gloria y la Alabanza de Dios en su Santísima Trinidad.
Separemos nuestra condición material de nuestra condición espiritual, y coloquemos ésta en primer lugar para reconocer debidamente a Jesucristo como el Hijo Unigénito de Dios y como Nuestro Señor y Salvador Personal y Suficiente.
Recordemos cuando Jesús nos dice:
"Tú, cuando ores, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre que ve tus secretos te premiará." Mateo. 6: 6