Al descubierto
Sólo vestida de tu piel, no tienes
que disfrazarte de mujer mundana;
eres quien eres, noble cortesana
o doncella vestal, o te mantienes
en equilibrio entre ambas. Cuando vienes
hacia mí puedo ver a la sultana
señorial de Estambul, o a la serrana
que al Arcipreste ofrece parabienes.
Pero te veo a ti, vital, primaria,
más allá de barniz e indumentaria,
sin forma ni color artificiales.
Desnuda eres auténtica, más viva,
y a la vez más sensual, más impulsiva,
despojada de efectos teatrales.
Los Angeles, 18 de junio de 2006
Soneto Nº 1487