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General: EN MEMORIA DE JULIANO EL APOSTATA
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From: MENORAH (Original message) |
Sent: 19/01/2012 05:42 |
sábado 21 de junio de 2008
En memoria del emperador Juliano, conocido por la Iglesia como “el apóstata”
En la época de Juliano, el Imperio romano se dividía en el Imperio de oriente y el Imperio de occidente. El emperador de ambos territorios, Constancio II, tenía el título de Augusto y contaba, bajo sus órdenes, con un César de oriente y un César de occidente. Juliano fue nombrado por el emperador Constancio César de occidente en el año 355 y en el año 361 fue proclamado Augusto de oriente y occidente por sus soldados.
Cuando se dirigía hacia oriente con su ejército, Constancio falleció y Juliano le sucedió como nuevo Augusto hasta el año 363 en que falleció o fue asesinado por uno de sus soldados mientras combatía contra los persas.Juliano es famoso por haber regresado a la religión ancestral de Roma, abandonando el cristianismo, por lo cual fue denominado posteriormente, cuando la Iglesia retomó el poder, como “el apóstata”, mientras que en su época fue en realidad conocido como “el heleno”, por su amor por la filosofía.
No es el propósito de esta breve introducción relatar la biografía de Juliano, pues es preferible dejar que la cuente el mismo Juliano. El documento anexo es un ensayo de reconstrucción de la forma en que Juliano hubiera relatado a su gran amigo, el filósofo Libanio, el mayor descubrimiento de las investigaciones que sin duda realizó con miras a desmitificar al cristianismo.
Aunque se trata en consecuencia de un documento ficticio, el principal hecho que narra es cierto, aunque los biógrafos de Juliano lo omitan. Se trata nada menos que de la exhumación en la ciudad de Sebaste, antigua Samaria, de un cadáver que Juliano pretendía que era el de “aquel a quien los cristianos adoran como a un dios” en su carta a Fotino (Ver Contra los galileos, cartas y fragmentos, testimonios y leyes, publicado por Editorial Gredos, página 157) y que los padres de la Iglesia posteriormente aseguraron, contra toda lógica, que se trataba en realidad de Juan el Bautista (ver por ejemplo Teodoreto, Historia de la Iglesia, capítulo III, libro 3).
El documento anexo se basa en diversos escritos y discursos y en la correspondencia de Juliano y del propio Libanio que permiten reconstruir su pensamiento, su estilo literario y suponer la forma en que hubiera comunicado el descubrimiento que realizó y que deseaba dar a conocer una vez hubiera vencido a los persas. Es sin duda una lástima que no lo hubiera hecho.
El único homenaje que podemos brindarle es darle una oportunidad póstuma de divulgar secretos que se llevó a su tumba, pero que posiblemente hubieran podido, de conocerse en su época, cambiar sustancialmente, como él deseaba, la historia religiosa del mundo occidental.
sábado 21 de junio de 2008
En memoria del emperador Juliano, conocido por la Iglesia como “el apóstata”
En la época de Juliano, el Imperio romano se dividía en el Imperio de oriente y el Imperio de occidente. El emperador de ambos territorios, Constancio II, tenía el título de Augusto y contaba, bajo sus órdenes, con un César de oriente y un César de occidente. Juliano fue nombrado por el emperador Constancio César de occidente en el año 355 y en el año 361 fue proclamado Augusto de oriente y occidente por sus soldados.
Cuando se dirigía hacia oriente con su ejército, Constancio falleció y Juliano le sucedió como nuevo Augusto hasta el año 363 en que falleció o fue asesinado por uno de sus soldados mientras combatía contra los persas.Juliano es famoso por haber regresado a la religión ancestral de Roma, abandonando el cristianismo, por lo cual fue denominado posteriormente, cuando la Iglesia retomó el poder, como “el apóstata”, mientras que en su época fue en realidad conocido como “el heleno”, por su amor por la filosofía.
No es el propósito de esta breve introducción relatar la biografía de Juliano, pues es preferible dejar que la cuente el mismo Juliano. El documento anexo es un ensayo de reconstrucción de la forma en que Juliano hubiera relatado a su gran amigo, el filósofo Libanio, el mayor descubrimiento de las investigaciones que sin duda realizó con miras a desmitificar al cristianismo.
Aunque se trata en consecuencia de un documento ficticio, el principal hecho que narra es cierto, aunque los biógrafos de Juliano lo omitan. Se trata nada menos que de la exhumación en la ciudad de Sebaste, antigua Samaria, de un cadáver que Juliano pretendía que era el de “aquel a quien los cristianos adoran como a un dios” en su carta a Fotino (Ver Contra los galileos, cartas y fragmentos, testimonios y leyes, publicado por Editorial Gredos, página 157) y que los padres de la Iglesia posteriormente aseguraron, contra toda lógica, que se trataba en realidad de Juan el Bautista (ver por ejemplo Teodoreto, Historia de la Iglesia, capítulo III, libro 3).
El documento anexo se basa en diversos escritos y discursos y en la correspondencia de Juliano y del propio Libanio que permiten reconstruir su pensamiento, su estilo literario y suponer la forma en que hubiera comunicado el descubrimiento que realizó y que deseaba dar a conocer una vez hubiera vencido a los persas. Es sin duda una lástima que no lo hubiera hecho.
El único homenaje que podemos brindarle es darle una oportunidad póstuma de divulgar secretos que se llevó a su tumba, pero que posiblemente hubieran podido, de conocerse en su época, cambiar sustancialmente, como él deseaba, la historia religiosa del mundo occidental.
Juan Manuel de Castells
El legado de Juliano augusto Juliano al sofista y cuestor Libanio (Con notas del traductor) Si lees estos documentos, ello significa que mi expedición habrá fracasado y que para mí habrá llegado el momento de convertirme en un Dios [1]. Tengo, sin embargo, la esperanza, mi queridísimo hermano, de que ello no ocurra y de que pronto pueda visitarte en Antioquía y recuperar lo que te he entregado. Si lo primero ocurre, la continuación de la obra a la que he dedicado mi vida estará en tus manos. Si lo que ocurre es lo segundo, el entregarte estos documentos me habrá dado una excelente razón para decidirte a visitarme y brindarme ánimo para la gran labor de recuperación de la verdad que me he propuesto.
Me decidí a llamarte cuando en repetidas ocasiones fui advertido de que algunos de mis generales vienen planeando mi muerte desde que iniciamos esta campaña. Al principio creí que solo se trataba de rumores sin fundamento, pese a que la mitad de mi ejército está compuesto por galileos, algunos de los cuales me detestan [2], especialmente después del acontecimiento que te relataré más adelante. Dos hechos me han convencido poco a poco de que estas acusaciones pueden ser ciertas. Uno es la traición de Procopio [3], a quien he esperado en vano todo este tiempo y la otra la traición encubierta del conde Félix frente a Tesifonte [4].
Aunque tengo cada vez más temores por mi vida, por lo anterior y por cuanto los auspicios no me son favorables desde que inicié la campaña, pese a las interpretaciones cada vez menos creíbles del buen Máximo [5], no creo que en medio de los ataques repetidos de los persas pueda detener la guerra para proceder a juzgar por sospecha de traición a generales que gozan del fervor de sus tropas. Si regreso victorioso, tendré ocasión de investigar si hubo traidores y quienes fueron, pero entretanto debo correr los riesgos de los que he sido advertido por los dioses.
Si por tanto te ves obligado a abrir el cofre que te entregué, encontrarás esta carta, el manuscrito de mi obra “adversus galileos”, que ya conoces, una inscripción gravada en madera, cuyo valor entenderás más adelante, y algunas cartas de testigos que acreditan su autenticidad. Si puedes seguir mi obra y divulgas lo que a continuación voy a relatarte, la concordancia de mi letra con la de los agregados a mi correspondencia [6], te permitirá probar la autenticidad de estos documentos. En cuanto a la tableta de madera, la misma fue descubierta en presencia de testigos, altos dignatarios del Imperio, cuyos nombres conocerás más adelante y quienes certifican su autenticidad en cartas adjuntas. Todos son suficientemente conocidos para que sus caligrafías puedan ser verificadas.
Conoces bien las razones que me llevaron a cuestionar la triunfante religión de los galileos. Mi primer motivo de perplejidad cuando leí por primera vez sus textos oficiales, a los que llaman evangelios, fue la figura del fundador de su religión, el mesías o rey ungido Jesús, al que ellos llaman Jesucristo [7]. Era evidente que la historia, tal y como la contaban, estaba llena de contradicciones y que era imposible que los hechos narrados se hubieran producido de esa forma. Jesús, según los evangelios, había sido condenado por sedición contra Roma, tal y como indicaba su muerte por crucifixión y el títulus [8] que los mismos evangelios mencionan y que claramente especifica que fue condenado por haberse declarado rey o mesías de los judíos. Si hubiera sido condenado por blasfemia, que es la acusación inicial que figura en los evangelios, hubiera sido lapidado. Los evangelios señalan dos delitos políticos claramente asociados: su proclamación como mesías y el haber solicitado a los judíos abstenerse de pagar tributos a los romanos, tal y como habían hecho todos los otros pretendidos mesías antes que él, de los cuales el principal fue Judas de Gamala, también llamado Judas de Galilea. Como sabes, yo siempre he denominado a los cristianos como galileos, precisamente para aclarar su verdadero origen, que no es otro que el de la secta zelote, creada, según Flavio Josefo, por Judas de Gamala [9]. Ambos delitos aparecen suficientemente descritos en los evangelios, así como el carácter de líder de un movimiento nacionalista judío y antirromano que sin duda tuvo Jesús.
En el evangelio de Mateo, por ejemplo, Jesús se rehúsa a pagar impuestos por ser de dinastía real [10]; cuando entra en Jerusalén, lo hace a lomos de un burrito, para que se cumpla la profecía: “Digan a la hija de Sión, Mira, tu rey viene hacia ti, humilde y montado en un burro”; los habitantes de Jerusalén lo reciben gritando “Sálvanos, hijo de David”, que era precisamente la dinastía del mesías esperado por los judíos [11]; tanto el Sanedrín como el prefecto Pilatos le preguntan si es el mesías o rey de los judíos y contesta afirmativamente, al igual que ya lo había hecho frente a Simón-Pedro, en Cesarea de Filipo; en Betania es ungido tal y como se hacía con los antiguos reyes de Israel. Cuando le preguntan si está permitido pagar tributos al César, responde “denle al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No podía haber respuesta más rotunda, puesto que tal y como habían defendido Judas de Gamala y su movimiento zelote al que Jesús sin duda pertenecía, los recursos de la tierra prometida de Israel eran de su Dios Iahvé y por tanto no podían ser entregados a Roma en forma de tributos. Ésta será por tanto la segunda razón por la cual habría sido condenado a la crucifixión por la justicia romana.
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From: MENORAH |
Sent: 19/01/2012 05:47 |
JULIANO EL APOSTATA CONTINUACION:
En el evangelio de Marcos (que por lo demás repite los mismos temas antes comentados), el propósito de Jesús al llegar a Jerusalén está todavía más claro: la multitud lo aclama gritando: “Bendito el reino venidero de nuestro padre David”.
En el evangelio de Lucas, Jesús ordena a sus seguidores, “el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada”. En este evangelio, aparece un pasaje muy enigmático: antes de partir desde Jericó hacia Jerusalén, Jesús cuenta a sus seguidores una historia acerca de un rey que había partido a otro país para ser coronado rey; al final del relato, el rey ordena “en cuanto a aquellos enemigos míos que no me querían por rey, tráiganlos acá y mátenlos delante de mí”, luego de lo cual, se afirma que “Jesús siguió adelante hacia Jerusalén”. ¿Se nos está narrando una matanza de prisioneros antes del ataque a Jerusalén? En cualquier caso la naturaleza guerrera del personaje se manifiesta una vez más en este evangelio, cuando pregunta a sus seguidores: “¿creen ustedes que vine a traer la paz a la tierra? ¡Les digo que no, sino división! De ahora en adelante estarán divididos cinco en una familia, tres contra dos, y dos contra tres. Se enfrentarán el padre contra su hijo y el hijo contra su padre, la madre contra su hija y la hija contra su madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra”. ¿No es esto, Libanio, lo que siempre ocurre en una contienda civil, lo que aconteció en Roma, por ejemplo, en la época del dictador Silas, o durante la guerra entre Pompeyo y el divino Julio o cuando Casio y Bruto asesinaron a éste? Creo que lo que éste pasaje narra está muy claro, el objetivo de Jesús era el de enfrentar a los patriotas zelotes con los saduceos y fariseos pro-romanos.
Resulta extraño que, frente a estos y otros testimonios, probablemente bien conocidos y que por tanto los autores de los evangelios no podían desconocer, pretendan presentarnos a Jesús como un mesías pacífico, sólo preocupado con temas espirituales y ajeno a la causa política de su pueblo, como si hubiera existido un solo judío, desde la conquista romana por Pompeyo [12] hasta la caída de Jerusalén en el año 70, que no hubiera tomado partido por los zelotes nacionalistas o por los herodianos y sus súbditos pro-romanos. Esta contradicción me puso sobre la senda de la forma verdadera en que se habían creado estos evangelios, según te explicaré más adelante. Empecé a sospechar que los evangelios cristianos no habían sido escritos por la gente de Jesús (los judíos nacionalistas) sino, por increíble que ello pueda parecer, por los enemigos de su movimiento. Espero, querido Libanio, que mi relato y los documentos que lo acompañan te convenzan de la verdad de este hecho paradójico y verdaderamente sorprendente y a combatir la superchería en que los galileos han convertido su religión.
Cuando leí los evangelios, busqué la ayuda de rabinos judíos, para conocer cuál había sido la naturaleza del mesías que sus profetas habían anunciado, de acuerdo con sus textos más antiguos y con las creencias de sus compatriotas en la época de Jesús. No fue difícil conseguir la ayuda de los mejores rabinos, pues la masacre de mi familia a manos de los Emperadores cristianos me había granjeado todas sus simpatías. He aquí lo que me explicaron.
En uno de los libros sagrados de los judíos, conocido como “Números”, el vidente Balaán había profetizado a Israel: “Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel. Aplastará las sienes de Moab y el cráneo de todos los hijos de Set” [13]. De igual forma, el profeta Isaías, cuyas profecías eran muy escuchadas en la época de Jesús, había vaticinado la venida de un rey o mesías: “En aquel día se alzará la raíz de Isaí como estandarte de los pueblos; hacia él correrán las naciones, y glorioso será el lugar donde repose” [14].
Como puedes ver, Libanio, el mesías prometido por los libros judíos era un rey guerrero del quien esperaban que Israel volviera a ser un gran país (parece que lo fue durante la época de su rey David), al cual se someterían los pueblos vecinos y cuyas victorias permitirían a los judíos exilados en Asiria y en Babilonia regresar a su país.
Es natural que cuando el Imperio ocupó las antiguas tierras de Israel, sometió a parte de ellas a tributos e impuso reyes extranjeros, como eran para los judíos los herodianos idumeos, la esperanza en un nuevo rey o mesías que los librara de nosotros aumentara grandemente. Este nuevo rey salvador sería un nuevo Joshua, nombre del jefe designado por Moisés para sucederle y conquistar las tierras de Palestina, después de que, según sus libros sagrados, Israel saliera de Egipto. Joshua significa “el salvador”, apodo que naturalmente dieron a los sucesivos mesías que se alzaron contra Roma. Mis rabinos judíos me contaron que, en la época del salvador o Jesús (Joshua en griego) de los evangelios, cuyo nombre de circuncisión era Johanan, los opositores, a quienes ellos llamaban zelotes, leían también algunos otros libros que anunciaban la llegada de un mesías enviado por su Dios con grandes poderes para restaurar el reino de Iahvé. Principalmente me citaron el libro de Daniel, los atribuidos al patriarca Enoc y algunos encontrados en grutas en montañas cercanas al mar Asfaltite [15]. De estos documentos pude deducir lo siguiente: Los zelotes habían esperado un mesías o rey guerrero, dotado de grandes poderes, que los liberaría de Roma. Este mesías había aparecido finalmente pero había sido derrotado y muerto por los romanos. Sin embargo, lejos de aceptar la derrota y con base en sus textos sagrados y profecías más recientes, se habían convencido de que este mesías vendría de nuevo y con mayores poderes para instaurar el reinado definitivo del pueblo judío sobre las demás naciones.
¿Era este mismo mesías el que los cristianos habían convertido en un pacifista y líder espiritual, ajeno a los temas políticos e injustamente crucificado a instigación del pueblo judío?
Para poder responder a este interrogante releí los pasajes de los evangelios en donde se narra el juicio y muerte del mesías Jesús.
Lo primero que me sorprendió es que su proceso, su condena y su crucifixión, pese a todas las evidencias, no son atribuidos en los evangelios al prefecto romano, que en la época era Lucio Poncio Pilatos, sino a los mismos judíos. Permíteme, querido Libanio, resumirte los hechos narrados sobre este tema en los evangelios cristianos.
El primer acontecimiento después de la entrada de Jesús y sus seguidores a Jerusalén es el ataque al templo, el cual parece ocurrir al mismo tiempo que otros ataques se producen en otros lugares de la ciudad. Según Lucas, al mismo tiempo que Jesús, es apresado otro jefe zelote (en los evangelios le llaman bandido, que es como Flavio Josefo llama en sus libros a los zelotes) llamado curiosamente Barrabás, que en judío significa “hijo del padre”, al cual “lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad y por homicidio”, lo que significa que durante la insurrección hubo muertos, presumiblemente soldados romanos.
Este ataque al templo, el cual sucede al mismo tiempo que “una insurrección en la ciudad”, durante la cual habría habido muertos, ocurre, increíblemente, según todos los evangelios, contra los vendedores de palomas y los cambistas de dinero y lo realiza Jesús sin ayuda de nadie. Al respecto consulté a los rabinos judíos, quienes me explicaron que las actividades de cambio de dinero y venta de palomas eran necesarias para el funcionamiento del templo y perfectamente lícitas. Ningún judío pro o anti-romano hubiera podido oponerse a ellas, pues las monedas que los judíos de otros países que acudían a Jerusalén durante la Pascua debían pagar al templo, como diezmos establecidos por la ley judía, debían ser monedas acuñadas por los judíos y no por los gentiles, por lo que las monedas que traían de sus países debían ser cambiadas antes de entrar al templo; la compra de palomas, era también imprescindible, pues este era el sacrificio que los pobres llevaban a los sacerdotes para que las inmolaran a su Dios. Este pasaje del ataque al templo no tiene por tanto sentido y está completamente desvirtuado respecto a la forma en que debieron haber sucedido los hechos. Presumiblemente se trataba simplemente de un ataque zelote al templo, con objeto de apoderarse del dinero de los diezmos y de las armas de la milicia que lo protegía y de derrocar al sumo sacerdote nombrado por el prefecto romano, tal y como los zelotes hicieron en el año 66 cuando expulsaron a los romanos de Jerusalén. Aparentemente este ataque estaba coordinado con el que dirigió el misterioso Barrabás en otros lugares de la ciudad y en el que participaron también los otros dos zelotes, crucificados con Jesús.
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From: MENORAH |
Sent: 19/01/2012 05:50 |
JULIANO EL APOSTATA 3RA PARTE
Después, Jesús es apresado y juzgado primero por el Consejo judío, el Sanedrín, lo cual resulta bastante extraño teniendo en cuenta que, según Juan, fue apresado por un destacamento de soldados romanos. Lo que narran los evangelios, según me explicaron los rabinos judíos, no tiene ningún sentido para ellos. Los cargos que imputan a Jesús son dos: haber declarado su intención de destruir el templo y reconstruirlo en tres días y declararse hijo de Dios, lo cual se entiende como blasfemia merecedora de la pena de muerte. El primer cargo solo puede entenderse en un sentido simbólico o espiritual, por lo que podía considerarse falta de razón pero difícilmente podría entenderse como delito punible con la pena de muerte. El segundo no tiene sentido por varias razones. En primer lugar la figura “hijo de Dios” era entendida por los judíos en sentido simbólico, todos los judíos respetuosos de la Ley judía, y especialmente sus reyes, eran considerados espiritualmente como sus hijos por Iahvé, quien se refiere por ejemplo a David o Salomón como sus hijos [16]. Ningún judío hubiera podido siquiera pensar que su Dios (único y celoso) pudiera tener un hijo en sentido real, por lo que la pregunta “¿Eres el Cristo, el hijo de Dios?” que figura en los evangelios y cuya respuesta afirmativa origina la acusación por blasfemia y el desgarramiento de vestiduras es un contrasentido y la escena así narrada una invención manifiesta.
En realidad, según me explicaron mis rabinos, la única blasfemia punible con la muerte por lapidación, en Israel, era el pronunciar el sagrado nombre de Dos, lo cual solo podía hacer el sumo sacerdote una vez al año, en el santo de los santos, el día de la expiación. Por lo demás el juicio ante el Sanedrín se realiza de noche, después de la cena pascual y del apresamiento de Jesús. Según me explicaron los rabinos, el Sanedrín no podía sesionar de noche en el caso de juicios en materia criminal y en ningún caso en la noche de la fiesta de la Pascua (como es el caso en los evangelios de Marco, Mateo y Lucas) o en la víspera de la misma (como es el caso en el evangelio de Juan). Tampoco hubiera podido, según las leyes judías, producirse un veredicto ni por la noche ni al día siguiente, por tratarse de víspera del Sabbat según los evangelios. Tampoco hubieran podido Jesús y sus discípulos desplazarse después de la cena de Pascua, como narran los evangelios, del lugar de la cena a Getsemaní, pues ello estaba prohibido por el libro del Éxodo [17] y por cuanto en las fiestas de Pascua solo podían deambular de noche en Jerusalén los soldados romanos.
A continuación se relatan unas escenas que a oídos romanos solo pueden aparecer como grotescas, en las cuales unos soldados romanos, en vez de atender a la seguridad de la ciudad en fechas de tanto peligro, se ponen a jugar con un reo, le confeccionan una corona de espinas y lo visten con una clámide [18] de púrpura para ridiculizarlo, mientras que un prefecto romano desobedece su propio criterio para actuar conforme a los deseos de la turba de una pequeña provincia del Imperio, que ni siquiera tenía ciudadanía romana.
Los rabinos calmaron diligentemente mi irritación por los relatos sobre los juegos de los soldados romanos con Jesús, dándome a leer un libro de Filón de Alejandría [19], escrito en contra del prefecto Flaco en el cual se narran estas mismas escenas, en las cuales se habían inspirado (y copiado textualmente algunos párrafos) los escritores de los evangelios, lo cual quitaba a este relato todo carácter de veracidad.
En cuanto a las escenas en que el prefecto romano es mostrado como un pelele, convencido de la inocencia de Jesús pero atemorizado por la turba ante la cual acaba cediendo en contra de su criterio y de su voluntad, ello es totalmente ridículo. El relato según el cual el prefecto romano dio a escoger entre Jesús y Barrabás, por cuanto existía la costumbre de soltar un preso durante la Pascua, no responde tampoco a la verdad; tal costumbre nunca existió en el Imperio romano ni en Israel. Todo este pasaje me pareció, cuando lo leí, destinado a inculpar a los judíos y a liberar a Roma de toda culpa por la muerte de Jesús, lo cual pude corroborar cuando investigué las circunstancias en que fueron escritos los evangelios según narro más adelante.
Siguiendo a Lucas, la acusación que el Sanedrín presentó a Pilatos la mañana siguiente a su apresamiento no tuvo curiosamente nada que ver con el crimen por blasfemia que era el que le habían imputado los judíos la noche anterior, sino con el de sedición: “Hemos descubierto a este hombre agitando a nuestra nación. Se opone al pago de tributos al Emperador y afirma que él es el Cristo, un rey”. Como antes intuí y ahora pude confirmar, estos cargos son los que podían haberse imputado a otros supuestos mesías, especialmente al citado Judas de Gamala y que habían sido por ello crucificados por Roma, pero nunca habían sido juzgados por blasfemia por los judíos. Esta historia parecía por tanto bastante sospechosa, lo que me llevó a creer que el mesías pacífico descrito en los evangelios era en realidad el mesías guerrero y zelote, anunciado en los textos que los maestros judíos me mostraron, cuyo propósito real había sido el restablecimiento de la independencia de Israel. En su juicio seguramente no habían tenido nada que ver los judíos, sino que se había tratado de un típico proceso de la justicia romana por sedición contra el Imperio.
Después de su condena, sigue el relato de la crucifixión, también poco creíble, por cuanto según los evangelios el mismo tiene lugar en vísperas del Sabat, lo cual, nuevamente según mis rabinos, no estaba permitido en Jerusalén, ya que ello hubiera supuesto violar este día sagrado, dado que el cadáver hubiera debido quedar expuesto (lo cual consideraban impuro) al no poder ser retirado durante el Sabat, por considerarse tal retiro un trabajo no permitido por la ley judía. Por otro lado, si Jesús había sido condenado por sedición y era judío, hubiera debido ser flagelado por látigos y no por varas (reservadas a ciudadanos romanos) y crucificado cabeza abajo, como era lo prescrito para los rebeldes que se habían levantado contra Roma (por haberse levantado se los crucificaba como derribados) y no cabeza arriba, tal y como se deduce de los relatos evangélicos (ésta era la forma prescrita para los malhechores por delitos comunes).
Los evangelios, en las nuevas versiones que el obispo Eusebio de Cesarea elaboró a solicitud del Emperador Constantino, terminan con la insinuación de la resurrección corporal de Jesús. Pues bien, mi querido Libanio, si tu paciencia no desfallece, te probaré pronto que tal cadáver sí existió …¡hasta que yo, Juliano Augusto, a quien llaman el heleno, lo encontré!, demostrando por tanto que nunca ocurrió tal resurrección.
Después que mis rabinos me explicaron todas las incoherencias en los relatos que acabo de narrar, les pregunté cual podía ser la causa de las mismas. Su respuesta fue contundente. Según ellos, ninguno de los autores de los evangelios había conocido Palestina, ni poseía un conocimiento adecuado de la Ley judía. De otra forma no hubieran afirmado que la mostaza es un gran árbol (en realidad es una pequeña mata, que no pasa de un metro de altura); ni que el lago de Kenaret, también llamado de Tiberiades, al que llaman de Genesaret o mar de Galilea en algunos evangelios, produjera grandes olas (ya Flavio Josefo lo calificaba como el más tranquilo del mundo); ni que en “el país de los gerasenos, que está frente a Galilea” pudieran encontrarse piaras de 2.000 cerdos, cuyo consumo estaba prohibido por la Ley judía y además arrojarse a algún lago, del que no se tienen noticias cerca de Gerasa; tampoco hubieran traducido qannaim, que en hebreo significa zelote, por cananeo, ni ishi-karioth que en hebreo significa hombre (ish) de la sica (pequeña daga curva) por iscariote, ni barjonna que quiere decir en hebreo por fuera de la ley, es decir zelote, por hijo de Jonás; tampoco hubieran traducido nozrim (de nozrei ha Brit, el que guarda o custodia la alianza o el pacto) por habitante de Nazaret (no existe ninguna ciudad o aldea de este nombre en Galilea) [20]; ni Taoma, que quiere decir gemelo en hebreo, por Tomás; ni José har-ha-mettin, que significa en hebreo José de la fosa de los muertos, es decir José el sepulturero, por José de Arimatea; ni hosanna que quiere decir en hebreo libéranos, por alabado seas. Tampoco hubieran imaginado que algún gallo pudiera escucharse en la madrugada del proceso de Jesús, puesto que este animal sólo fue introducido en Palestina mucho después, ni hubieran inventado el episodio de la moneda con la efigie del César, pues en Judea no se permitió que este tipo de monedas, ofensivas para la religión judía, circularan en la época de Jesús. Tampoco hubieran confundido Batanea, al este del Jordán, con la inexistente Betania junto a Jerusalén. Los autores de los evangelios, según con estos y otros muchos ejemplos me explicaron los maestros judíos, trataron con antiguos textos escritos en hebreo o arameo y su desconocimiento de la geografía y su manejo deficiente de estos idiomas les llevaron a menudo a tomar nombres propios por nombres de ciudades que nunca habían existido y a tergiversar en gran medida los relatos originales.
En mi opinión, querido Libanio, algunas de estas tergiversaciones pueden ser voluntarias y no fortuitas, pues por ejemplo la distorsión de los nombres de los discípulos de Jesús oculta el apodo de “zelotes” de algunos de ellos, la traducción de taoma por Tomás y no por gemelo impide entender que Judas Tomas es en realidad el hermano gemelo de Jesús, la conversión del sepulturero de la fosa de los muertos o “fosa infame” a la que se arrojaban los condenados a muerte, en el noble José “de Arimatea” (ciudad de la que nadie tiene conocimiento) permite elaborar el relato de la tumba vacía, la invención de la ciudad de Nazaret impide entender que Jesús pertenecía a la secta de los nazoreanos, que era otro nombre por el que se conocía a los zelotes etc. Estos y otros ejemplos me convencieron de que los evangelios cristianos no eran testimonios históricos sino elaboraciones posteriores realizadas con fines muy precisos. Ello no hizo sino agrandar mi deseo por conocer la verdad, lo cual empecé a lograr al convertirme en César de occidente. Conociendo mi afición por la lectura, la emperatriz Eusebia me obsequió entonces algunos documentos poco conocidos, entre los que figuraban algunas de las cartas dirigidas por el prefecto de Judea, Lucio Poncio Pilatos a Tiberio, en las cuales se narraba la verdadera historia de Jesús o más bien de Johanan, que era su verdadero nombre de circuncisión, como ya te aclaré. Tal y como yo había previsto, el parentesco entre ambos (la esposa de Pilatos, Claudia Prócula era nieta de Tiberio) había facilitado que Pilatos relatara estos hechos con gran confianza y sinceridad [21].
No puedes imaginar, querido Libanio, la gran alegría que experimenté al constatar que las conclusiones a las que había llegado al leer los evangelios eran ciertas. Jesús-Johanan aparecía en esta correspondencia como el hijo primogénito del mesías o rey zelote, Judas de Gamala o de Galilea, que tantas veces ¡y con razón! te he mencionado. Jesús-Johanan había pretendido la realeza, como su padre y su abuelo Ezequias, con mayor razón incluso por descender no solo del rey David, sino también del sumo sacerdote Aaron a través de su madre y haber estado emparentado con la familia herodiana a través de su tía, que fue una de las numerosas esposas del primer Herodes. Tiberio, seguramente convencido por su nieta, quien al parecer era una gran amiga de la princesa herodiana Salomé, discípula vinculada sentimentalmente con Jesús-Johanan, había incluso albergado el proyecto de nombrar a Jesús tetrarca en la Gaulanítide, al deponer a Filipo de la misma. El enviado por Tiberio para investigar si Jesús era digno de este cargo se había dejado, sin embargo, sobornar por Antipas y había dado un aviso desfavorable, lo cual finalmente había precipitado la rebelión de Jesús-Johanan, su ataque al templo, su captura, su escape, su nuevo levantamiento en Samaria, su derrota final y su condena y muerte cerca de Sebaste.
Lo que más llamó mi atención en estos relatos fue que, según Pilatos, Jesús-Johanan había escapado de Jerusalén después de su captura tras el ataque al templo y su muerte y entierro habían sucedido en Sebaste, tras su captura en el pueblo de Tirathaba al borde del monte Garizín. Pilatos parecía además bastante avergonzado por estos hechos, al punto de confesar que, para evitar que fueran divulgados, había violado la obligación procesal de publicar el acta de acusación en algún sitio público y la había enterrado con el reo. Entendí las razones, cuando encontré una carta de Vitelio, legado de Tiberio en Siria y por tanto superior inmediato de Pilatos, en que éste informa al Emperador de la responsabilidad y posible complicidad de Pilatos en el escape de Jesús en Jerusalén, lo cual Vitelio calificaba como hecho grave por ser Jesús-Johanan, en su opinión, un líder zelote sumamente peligroso. Como quizá recuerdas, Pilatos fue efectivamente reclamado poco después por Tiberio y cuando llegó a Roma, Calígula, quien entretanto había sucedido a éste, lo desterró a las Galias donde murió dos años después.
Nuevamente quedé atónito, pues si los relatos de Pilatos eran ciertos, ello implicaba que toda la historia sobre la crucifixión de Jesús en Jerusalén era no solo distorsionada sino en buena parte inventada. No pude en aquella época, demasiado ocupado por controlar las invasiones de pueblos germanos en las fronteras del Imperio y por mis continuas desavenencias con mi primo Constancio, investigar más a fondo sobre el particular. Poco después debí de forma imprevista ponerme en marcha con mi ejército hacia el oriente, obligado a enfrentarme con Constancio. No sabiendo cual sería el resultado de este enfrentamiento y creyendo que los Dioses me permitirían volver a Lutecia dejé a su custodia las cartas de Pilatos y otros documentos, cuya pérdida en la campaña no quise arriesgar.
Una vez convertido en Augusto de oriente y occidente llamé a Constantinopla a mis viejos amigos, los rabinos que tanto me habían ayudado antes de mi partida hacia occidente. Si antes habían sentido simpatía por mí, cuando les informé de mi proyecto de volver a construir un templo judío en Jerusalén, según el modelo original, me convirtieron en su héroe. Volví nuevamente a pedirles explicaciones sobre la historia de la crucifixión de Jesús-Johanan en Jerusalén, pues aparte de las contradicciones que ya me habían relatado, yo creía ahora que los autores de los evangelios la habían inventado en buena o en su mayor parte y que los hechos podían haber ocurrido de forma muy diferente a como los habían contado. Su respuesta, que a continuación te resumo, confirmó mis sospechas.
¡Según los maestros judíos, los detalles que aparecen en los evangelios en relación con la muerte de Jesús habían sido tomados de los mismos antiguos libros sagrados de su pueblo!, ¡eran simples copias de sus escrituras sagradas y no hechos históricos de la vida de Jesús, que aparentemente desconocían¡ Entre otros me suministraron los siguientes ejemplos:
- En Zacarías (9:9-10) “Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde, viene montado en un asno, en un pollino cría de asna” se basa el relato correspondiente de la entrada de Jesús a Jerusalén. Los maestros me comentaron, respecto de este relato, que en Jerusalén no podían circular animales, pues ello mancillaba la santidad de la ciudad. Los animales destinados al sacrificio en el templo entraban por la puerta norte, pasaban por delante de la fortaleza Antonia y llegaban así al templo sin entrar en la ciudad. Este relato no se le podía haber ocurrido, por tanto, a nadie algo familiarizado con las costumbres judías.
- En Oseas (9:15) “Por sus hechos inicuos los expulsaré de mi casa” y en Zacarías (14:21) “Ningún mercader se verá en la casa del señor”, se encuentra la base del relato de la supuesta expulsión de los mercaderes del templo.
- En salmos (22:18) “Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes” se encuentra la base del relato evangélico, “Los soldados mientras tanto echaban suertes para repartirse entre si las ropas de Jesús”.
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En salmos (68:22) “Y mezcláronme hiel en la comida, y en mi sed me abrevaron con vinagre” se inspiraron Juan (“Tengo sed. Estaba allí puesto un vaso con vinagre…”) o Mateo (“le dieron a beber vino mezclado con hiel”)
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From: MENORAH |
Sent: 19/01/2012 05:54 |
JULIANO EL APOSTATA 4TA PARTE FINAL
- En salmos (22:1) figura la frase que Jesús habría pronunciado, según los evangelios, antes de expirar: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?
Si los relatos de la muerte de Jesús en Jerusalén eran en parte inventados o copiados de las escrituras judías, la versión de Pilatos de un Jesús enterrado en Sebaste, Samaria, después de ser apresado al borde del monte Garizín podía ser cierta, nada se oponía a ello. Para estar totalmente seguro, antes de emprender el proyecto que más adelante te contaré y que es el verdadero fin de esta carta, que abusa ya de tu paciencia, traté de corroborar el relato de Pilatos con los escritos de Flavio Josefo. Para mi sorpresa encontré lo siguiente en su libro “Antigüedades de los judíos”: “Los samaritanos no fueron tampoco exentos de revueltas. Un impostor quien hacía todo lo que estaba a su alcance para ganarse al pueblo les ordenó reunirse en el monte Garizín, que pasa por ser un lugar santo, prometiéndoles que les mostraría unas vasijas sagradas que Moisés había enterrado allí. Con esta esperanza tomaron las armas y asaltaron el pueblo de Tirathaba, pero Pilatos habiendo avanzado con su caballería y su infantería ocupó la montaña, los atacó cerca de este pueblo, los puso en fuga, apresó a muchos y mandó cortar la cabeza a los principales de ellos”.
El relato coincidía con las cartas de Pilatos a Tiberio, pero faltaba el nombre del impostor, lo cual resultaba sorprendente por cuanto Flavio Josefo se caracteriza en todos sus escritos por la meticulosidad de sus reseñas, en la cuales nunca faltan los nombres de los protagonistas, incluso en acontecimientos menos importantes que éste, que le valió a Pilatos la destitución de su cargo por parte de Vitelio y su regreso a Roma [22]. Era posible que este pasaje del libro de Flavio Josefo hubiera sido alterado por los copistas cristianos, pero en cualquier caso para mí era un indicio suficiente para inducirme a investigar la existencia de una tumba en Sebaste que fuera objeto de un culto cristiano. Me animó también a ello la curiosa coincidencia entre el nombre de “impostor” que Josefo da al líder de la rebelión y la forma en que los judíos se refieren al mesías Jesús en algunos pasajes de los evangelios, como Mateo (27:62-63) [23] .
En espera de mi proyectado viaje a Antioquía, que me acercaría de Sebaste, solicité a mis rabinos que iniciaran una discreta investigación y me tuvieran al corriente.
Mientras reflexionaba sobre estos temas y sobre la forma de extirpar esta impía religión, sin recurrir a la violencia como ellos habían hecho con nosotros, mis rabinos me solicitaron audiencia con cierto nerviosismo y apresuramiento. Sospeché que me traían información importante y los recibí de inmediato. Según me relataron, atendiendo mi solicitud de investigar discretamente la existencia de alguna tumba fruto de algún culto cristiano en las cercanías del monte Garizín, habían en efecto encontrado un culto de este tipo, cerca de la capital de Samaria, Sebaste. Sin embargo, aparentemente el objeto del culto no era el mesías Jesús sino Johanan llamado por los cristianos el Bautista, quien habría sido decapitado y enterrado en ese lugar.
No puedes imaginar, Libanio, como la sangre empezó a correr mucho más deprisa por mis venas. Tal y como te he relatado, el verdadero nombre del mesías sacrificado por Poncio Pilatos, pretendidamente crucificado, era Johanan y así siguen denominándolo los descendientes de los judíos que emigraron hacia Persia después de la guerras del 66-70 y del 132-135, a los cuales se conoce como los mandeos, que significa “los que tienen el conocimiento” [24]. Los primeros cristianos alejandrinos, a quienes después la Iglesia triunfante calificó como herejes gnósticos, interpretaron al mesías como un ser espiritual y por tanto abandonaron muy pronto el nombre Johanan que hacía referencia a un ser terrenal, prefiriendo el nombre de Jesús o “salvador”, que era el mismo que en la religión de Zaratustra, que les había influenciado considerablemente, daban al mesías de los últimos tiempos [25]. Los cristianos de la Iglesia triunfante habían desdoblado, a su vez, al mesías histórico en dos personajes: un Jesús crucificado en Jerusalén y un Johanan, que lo habría precedido, que había sido decapitado, según Flavio josefo, en la fortaleza de Maqueronte, al este del Jordán. ¿Por qué este desdoblamiento? simplemente porque el mesías que habían inventado debía morir crucificado, al igual que Osiris, Atis, Set y otros Dioses que se representaban de esta forma y a los que pretendían reemplazar en las creencias populares. Como el verdadero mesías, Johanan, había muerto decapitado, luchando contra Roma, necesitaron crear la ficción de dos mesías distintos, pues la memoria de Johanan era demasiado fuerte para ser borrada totalmente.
Si la noticia que me daban mis queridos rabinos era cierta, íbamos a poder probar el fraude de la supuesta resurrección, del muerto al que los cristianos adoran como un Dios [26]. Íbamos a poder mostrar al nuevo Dios galileo, al que en sus cuentos los cristianos anuncian como eterno, desprovisto de la dignidad imaginada, merced a sus poco dignas muerte y sepultura [27]. Podíamos incluso esperar que los galileos regresen al culto de aquel a quien desde la eternidad ve todo el género humano, y observa y venera y, al ser venerado, nos beneficia, me refiero al gran Helios, imagen viva, animada, inteligente y benefactora del padre inteligente [28].
Agradecí a los judíos su información y decidí apresurar mi salida hacia Antioquía, desde donde me proponía dirigirme a Sebaste y desenterrar lo que hubiera en la tumba del supuesto bautista.
Lo que encontré, gracias sin duda a los favores de Helios y de Mitra su inseparable compañero, está en este mismo cofre. Es nada menos que la prueba que te permitirá exponer a todos los hombres que la maquinación de los galileos es la invención de unos hombres compuesta por maldad [29]. Es nada menos que el acta de acusación de Johanan, también conocido como el mesías Jesús, hijo de Judas, nacido en Gamala, que Pilatos confesaba en sus cartas haber enterrado junto con el cuerpo del mesías derrotado en Tirathaba, al borde del Garizín, coincidiendo en su narración con Flavio Josefo.
Como te dije al principio, no he querido dejar la posibilidad de que los galileos propaguen el rumor de que este descubrimiento fue una invención mía. Por eso te adjunto testimonios del puño y letra de quienes me acompañaron y presenciaron la exhumación del cadáver. También te adjunto el manuscrito original de mi libro contra los galileos, que permitirá contrastar su letra con la de esta carta y preservarlo de las persecuciones que, si muero, sobrevendrán sin duda contra los defensores de nuestra antigua religión.
La carta de los testigos y el acta de acusación
Con notas del traductor
Nosotros, Juliano, conde de oriente [30], Vadomar, duque de Fenicia y Salucio Segundo, prefecto del pretorio, hemos sido honrados por Juliano Augusto, para acompañarle y certificar la veracidad de la exhumación de un cadáver en la ciudad de Sebaste y relatar los hechos que la rodearon, a lo cual precedemos acto seguido.
Sebaste, antiguamente conocida como Samaria, antigua capital del reino de Israel, fue reconstruida por Pompeyo en el año 691 [31] y entregada por Octavio Augusto a Herodes el año 727 [32], quien cambió su nombre de Samaria por el de Sebaste, en honor de Augusto [33]. La ciudad fue nuevamente destruida al principio de la guerra del año 820 [34] y reconstruida en parte por el Emperador Lucio Septimio Severo alrededor del año 954 [35], como colonia romana. La ciudad actual no es ni sombra de lo que fue, numerosos vestigios de su antiguo esplendor, como su teatro, su foro, su calle principal flanqueada por hermosas columnas y su muro exterior no han sido restaurados y se encuentran parcialmente en ruinas
La ciudad antigua se encuentra asentada sobre una suave colina, a la cual se llega por un camino serpenteante, tallado sobre el borde inferior de la montaña, de forma que el borde derecho da sobre la montaña y el borde izquierdo cae sobre el fondo de un estrecho valle. En este borde inferior, a pocos estadios de la ciudad, se encuentra una pequeña iglesia, a la cual se encuentran adosadas, en forma perpendicular, algunas criptas, una de las cuales es objeto, por parte de los cristianos de la ciudad, de enorme veneración, por cuanto afirman que contiene los restos de Johanan, decapitado, según sus libros sagrados, por el tetrarca Herodes Antipas.
Juliano Augusto, en nuestra presencia, mandó abrir la cripta que contenía los pretendidos restos de Johanan, no sin graves altercados promovidos por el obispo cristiano de la ciudad, al punto que nuestros soldados debieron aislar el lugar y repeler por las armas varios intentos de agresión de una turba enfurecida.
No es necesario divulgar los detalles del hallazgo. De acuerdo con la voluntad del Augusto, solo es preciso dejar constancia de que efectivamente encontramos los restos de un cadáver, en cuyo pecho se encontraba clavada una tablilla de madera con la inscripción en griego, latín y hebreo, que transcribimos a continuación:
“Yo, Lucio Poncio Pilatos, prefecto de Roma en Judea, Samaria e Idumea, he condenado hoy, décimo día del mes de iyar del calendario judío del año 21 de Claudio Tiberio César [36] a la muerte por decapitación a Johanan Bar Judas, nacido en Gamala, conocido por los lestai [37] que lo han seguido hasta ahora como el mesías salvador [38] de Israel. He condenado asimismo a muerte a los demás lestai apresados junto con él durante la insurrección contra Roma, que trataron de llevar a cabo en el monte Garizín. Johanan es el mismo mesías que encabezó durante la fiesta judía del pasado mes de Nisán, a la que llaman Pesaj [39] un violento ataque contra la ciudad y el templo de Jerusalén, al frente de los lestai a quienes los judíos conocen como zelotes. Después de lograr escapar de la justicia romana intentó un nuevo levantamiento que mis tropas pudieron reprimir, después de una enconada lucha con sus numerosos seguidores. Para evitar riesgos de un nuevo intento de escape, he ordenado proceder a la decapitación inmediata de Johanan y sus seguidores en vez de la crucifixión, que hubiera sido el castigo adecuado para un tan grande enemigo de Roma.”
Dado en testimonio de los hechos relatados el día 21 del mes de octubre del segundo año de Juliano Augusto [40]. Siguen firmas del conde Juliano, de Vadomar, duque de Fenicia y del prefecto del pretorio Salucio Segundo [1] Desde Octavio Augusto se había oficializado en Roma la costumbre de rendir culto a los
Emperadores, después de muertos, como hijos de los dioses
[2] Juliano era detestado por los cristianos, no por haberlos perseguido, sino por cuanto había decretado la igualdad de todos los cultos, derogando los privilegios que les habían concedido Constantino y Constancio. El gran historiador Edgard Gibbon afirma al respecto los siguiente: “(Juliano) extendió a todos los habitantes del mundo romano los beneficios de una libre e igualitaria tolerancia y la única molestia que infligió a los cristianos fue la de retirarles el poder de atormentar a sus conciudadanos, a los que estigmatizaban con los odiosos títulos de idólatras y herejes” (Declive y caída del imperio romano, cap 23). El mismo Juliano sentó su posición sobre los galileos en la forma siguiente: “Hay que hacer caso a la razón y enseñar a los hombres, no con golpes, ni con injurias, ni con malos tratos corporales. Otra vez más exhorto a los que se lanzan a la religión verdadera a que no cometan ninguna injusticia contra la masa de los galileos y a que no les ataquen ni injurien. Hay que compadecer más que odiar a los que se equivocan en los asuntos más importantes, pues si el más importante de los bienes es verdaderamente la religión, también lo contrario entre los males es la impiedad” (Carta a los habitantes de Bostra)
[3] Procopio debía reunirse con Juliano desde Armenia, juntando sus tropas y las de este reino pro-romano, pero nunca se hizo presente
[4] Juliano venció a los persas en su capital, Tesifonte, pero el conde Félix permitió que el ejército persa derrotado se refugiara en la ciudad, cuando tuvo posibilidad de perseguirlos, tomar la ciudad y hacer prisionero al rey Sapor
[5] Juliano era reputado por la gran cantidad de sacrificios que realizaba con fines adivinatorios.
[6] Juliano solía dictar sus cartas a secretarios y añadir al final algunos párrafos de su puño y letra
[7] Cristo es la traducción griega del nombre judío mesías, que a su vez significa el ungido. En el antiguo Israel era costumbre ungir con una mezcla de aceite y aromas a los reyes y sumos sacerdotes
[8] Era el resumen del acta de acusación que el condenado llevaba colgado al cuello y era luego clavado en la parte alta del madero vertical
[9] Antigüedades Judías, libro XVIII
[10] Se refiere sin duda a Mateo 17, 24-26, cuando preguntan a Simón, si su maestro no paga el impuesto del templo y este responde: “¿Tú qué opinas, Simón?, los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos, a los suyos o a los demás?—A los demás—contestó Pedro. – Entonces los suyos están exentos—le dijo Jesús --
[11] Se refiere seguramente a la profecía de Isaías 11:1 y 11:10
[12] Pompeyo tomó Jerusalén en el 63 a.n.e
[13] Figura en Números 24, 17-19
[14] Figura en Isaias 11, 10-12
[16] Salmos 2:7, 89:26-27
[19] Se refiere al “Contra Flacco” escrito en los años 39-40, mucho antes del primer evangelio. Filón es un celebre escritor judío quien en su numerosas obras trató de armonizar el helenismo y la religión judía
[20] La actual Nazaret fue construida siglos después para satisfacer las solicitudes de los peregrinos. No se tiene confirmación alguna de su existencia en la época que narran los evangelios
[22] Los libros de Flavio Antigüedades de los judíos y Guerra de los judíos son en muchos casos las únicas fuentes disponibles sobre buena parte de la historia antigua de Israel. Todos los expertos en el tema coinciden en afirmar que los mismos han sido objeto de numerosas interpolaciones y supresiones.
[23] “Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilatos. Señor--le dijeron--, nosotros recordamos que mientras ese impostor aún vivía, dijo: a los tres días resucitaré”
[24] Los misioneros jesuitas que los descubrieron en el siglo XVII los denominaron “cristianos de San Juan” y el Corán los denomina como sabeos, nombre que se refiere al bautismo que practican sus fieles
[25] La figura judía y después cristiana del mesías de los últimos tiempos es idéntica al mesías de la religión de Zaratustra, el salvador Saoshyant, el cual precede en varios siglos al mesías judío y a Jesús.
[26] Juliano se refiere de esta forma al mesías cristiano en varios de sus escritos
[27] Juliano utiliza también esta frase en su carta a Fotino, obispo de Sirmium
[28] Juliano utiliza esta misma frase en su carta a los alejandrinos en la que responde a la petición de los partidarios de Atanasio de que le revocara el exilio
[29] Juliano usa esta misma frase en su libro “Contra los galileos”
[30] Hermano de Basilina, la madre de Juliano Augusto
[31] 63 a.n.e. Los romanos contaban los años a partir del 754 en que fue fundada la ciudad de Roma o, más frecuentemente, por los periodos de los cónsules o de los Emperadores
[33] Sebaste es el femenino de Augusto en griego
[36] Tiberio fue Emperador desde el año 14, por lo que se trata del año 35 de nuestra era, en el mes de iyar judío que recubre parte de abril y de mayo (los meses del calendario judío inician con la luna nueva) [37] Se ha mantenido el término griego de lestai, equivalente a bandido, por cuanto es también el apodo que Flavio Josefo da en sus obras a los zelotes [38] Cristo Jesús en la versión griega del acta [39] La Pascua
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Message 5 of 5 on the subject |
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From: MENORAH |
Sent: 02/08/2012 04:00 |
ironias de la historia juliano cesar que no asesino a nadie ni siquiera persiguio a los cristianos paso a la historia como un mounstro asesino , sin embargo el criminal constantino que llego hasta asesinar a su hijo paso a la historia como un santo .asi se escribe la historia del cristianismo |
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