La obstinada necesidad de solicitar la ayuda de Dios, aferrarse a solicitar milagros, a colgarle milagritos a la virgen, los santos o las iglesias, también es una consecuencia política; es decir, la incompetencia e incumplimiento de los servidores públicos, el que no cumplan o sean incompetentes en resolver problemas económicos, educativos, sanitarios, sociales, etc. Empuja al ciudadano a las mandas, los diezmos y la oración.
No es que sea tonto o esté mal recurrir por ayuda divina, pero en verdad la existencia de tantas mandas, oraciones y sacrificios religiosos en general, es por la incompetencia e incumplimiento de los servidores públicos.
Si hicieran bien su chamba, no habría tanto milagro, tanta rodilla sangrante.
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