ENGLEWOOD, Florida, julio, www.cubanet.org -Se atropellan las ideas; el pensamiento no logra encontrar su cauce natural. El crimen nunca encuentra justificación y no existe un vocablo con la suficiente fuerza para abarcar la condición de bestias a la que han degenerado los que odian y difaman. Como bestias babeantes deben estar celebrando en sus cubiles las sierpes que regentan, que usurpan el poder en Cuba.
Oswaldo Payá ha muerto. Un hombre pacífico, un idealista. Su voz nunca se alzó para proferir una ofensa. Creyó equivocadamente que a partir de la ley de los intolerantes se podría llegar a la formulación de leyes justas, y sus proyecciones generaron debates. Quizá erraba en el método, pero era consecuente con sus ideas. No confrontó a los usurpadores, él intentaba razonar con aquellos que no conocen otra razón que no sea la fuerza, la violencia. Creyó en la paz social, en la fuerza del Derecho, nunca levantó barricadas de odios; por eso resulta grotesca su muerte: Murió asesinado.
Sí, asesinado. Como banda mafiosa disimularon el crimen sus ejecutores. Un accidente de tránsito. No les creo ¿Quién puede creerles? No hay casualidades. Un vehículo embiste el auto en que viajaba Payá, le saca de la carretera y se produce el accidente fatal, el mismo que pudo producirse algunos días antes cuando un camión, en esa ocasión en La Habana, colisionara el auto donde se transportaba Payá. ¿Casualidad? Una muy sospechosa casualidad, tan sospechosa que induce a pensar que se trata de la continuación del mismo operativo fallido y ahora finalmente cumplido.
Creen los depredadores de la libertad que pueden ocultar el crimen y ya adelantan justificaciones y forenses explicaciones; pero la verdad es evidente: se llevó a cabo un atentado en contra de uno de los disidentes cubanos de mayor renombre internacional, y el mensaje queda claro, al régimen no le temblará la mano en su selectiva represión; nada importa si se trata de un humilde opositor apenas conocido que muera como consecuencia de una golpiza en el parque de una ciudad provincial o se trate de un laureado con el Premio Sajárov de la Unión Europea y dos veces candidato al premio Nobel que fallezca luego de un inexplicable accidente de tránsito.
La sospecha de asesinato ya comienza a manifestarse en los medios y en el seno de algunas cancillerías del extranjero. La duda ya se manifiesta en la mente de los opositores en la isla, la suspicacia se levanta dentro del exilio cubano. Los índices de la opinión internacional comienzan a apuntar hacia una misma dirección.
La muerte es en ocasiones gloria. Se alzan sobre pedestales de admiración los caídos después de haberse consagrado a una idea libertaria. La muerte no es el fin sino el comienzo de una nueva vida.
Me inclino ante la memoria del hermano con quien en muchas ocasiones discrepé en ideas y métodos, nunca en el mismo deseo de ver un día a Cuba liberada de opresores.
Oswaldo Payá ha entrado en la historia; él se elevará sobre cachorros de leones y pisoteará cabezas de víboras. Hoy, hermano, te has convertido en un símbolo. Que Dios te reciba en su gloria.
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