Sobre el librepensamiento y los librepensadores


Por todas partes vemos a alguien o algo diciéndonos qué, cómo y cuándo pensar, qué hacer y cómo hacerlo: afiches, carteles, revistas, periódicos, libros, pasquines, , televisión, , pregoneros, predicadores, etc. Ello es causado por el deseo de obtener poder (tanto político como económico, aunque el primero es buscado para obtener el segundo) de unos, la necesidad adictiva de mantenerlo de otros, o simplemente la alienación mental de unos más que ya piensan y hacen lo que otros les ordenan, y creen que expandiendo su única forma de ver el mundo inculcada por el ‘líder’ le hacen un favor a la humanidad; y éstos últimos son la mayoría de los que se ven en las calles divulgando sus ideas.




Una sola persona que piense por sí misma puede no constituir una grave amenaza para quienes tienen el control de las mentes de muchos y viven gracias a ello, pero si muchas personas empiezan a liberarse de las ataduras mentales que poseen entonces la situación se vuelve intolerable para quienes dirigen los hilos de las marionetas; por eso es la propaganda y el ataque constante por medio de ella dirigido hacia nuestros cerebros.

Y no crea el lector que estoy exagerando en mis afirmaciones: es cuestión de encender la televisión, la radio o abrir una revista para vernos bombardeados de propaganda política indicándonos por qué tal o cual partido es el indicado, cuál ideología es la correcta, cuál político es honesto (aunque realmente ninguno lo sea); comerciales diciéndonos qué detergente comprar, qué marca de zapatos es la mejor, cuál programa no podemos perdernos esta noche o cuál libro tenemos que leer; en todos los medios de comunicación masiva nos encontramos -además del ataque propagandístico comercial- programas de televisión, radio o lecturas que moldean la forma de ver el mundo de los televidentes, oyentes o lectores, dependiendo de cuál sea el caso, y sin que éstos se den cuenta les moldean su visión de las cosas: hablo, entre otros, de los programas de farándula que dicen cómo hay que vestirse, peinarse, cuál música escuchar, qué películas ver, a qué personaje admirar, etc.; si sale uno a la calle de cualquier ciudad grande encuentra gente de todos los credos, partidos políticos o asociaciones de cualquier clase divulgando sus ideas como el non plus ultra de la humanidad porque “solo nosotros tenemos la verdad”, “solo el sistema económico que proponemos acabará con la pobreza” o simplemente “comer carne es un crimen así la agricultura no dé abasto”. Ya ni en la propia casa se puede estar tranquilo, porque, aparte del omnipresente televisor, hay más de un grupo de individuos que tocan a la puerta de la casa para convencer de su verdad particular: los más conocidos son los Testigos de Jehová, quienes deben haber arruinado el descanso dominical de más de uno de los lectores.

Y todas las acciones mencionadas anteriormente dan frutos: los partidos políticos con mayor ataque propagandístico generalmente son los que ganan las elecciones, aún si los electores no tienen la menor idea de la ideología que siguen; las ventas del detergente o el zapato promocionado aumentan si el comercial es llamativo; los libros publicitados como que no pueden dejar de leerse son los que más se venden así quien los compre no los lea jamás; qué decir de los resultados de los ‘consejos’ dados por los programas y las revistas de farándula que crean la desgracia llamada moda que marca generaciones enteras con una forma de vestir, de peinarse y con un tipo específico de música que escuchar, además de hacer que actores y otros personajes que no hacen nada bueno por el mundo sean considerados por la mayoría como más importantes que el científico que trabaja día y noche para mejorar nuestra calidad de vida, y pobre del infeliz que decida no hacer caso a las tendencias del momento porque será objeto de los ataques de quienes están in y por ello creen que son lo mejor del mundo al tiempo que son manipulados por las grandes marcas comerciales como hojas secas dejadas a la brisa de la mañana; vemos en las manifestaciones sobre el aborto o sobre los derechos sindicales a niños de colegio protestando por asuntos que aún están fuera del alcance de sus pequeñas mentes, manipulados por los mal llamados maestros o los directores de las escuelas para mostrar un peso que no tienen ante la sociedad; al frente de las plazas de toros hay grupos de jóvenes y niños también gritando y llamando “asesinos” a quienes asisten a las corridas, portando camisetas con letreros contra el espectáculo taurino y los toreros, arengados siempre por una persona mayor, sin darse cuenta de que, si bien tienen algo de razón en la protesta, el único interés real de quien los dirige es venderles esas camisetas que portan; también los grupos de vegetarianismo que intentan todo lo que esté a su alcance para publicitar alimentos vegetarianos, sin ver que detrás de su convicción está alguien haciendo negocio con la venta de vegetales y recetas.

La alienación mental de la mayor parte de la humanidad es un hecho innegable, y aparte de las minucias mencionadas, hay algo que es realmente grave para la supervivencia de los seres humanos como especie, y es el fanatismo creado por muchos grupos y la divulgación de ese fanatismo. El fanatismo no es solo religioso, también hay fanatismo político, racial, deportivo y de otras clases que no solo ahora sino desde siempre han hecho del mundo un lugar no tan grato para vivir: como muestra de fanatismo religioso tenemos las Cruzadas y los ataques suicidas de los fundamentalistas islámicos; como muestra de fanatismo político está La Violencia que azotó a Colombia a mediados del siglo XX por las discrepancias entre liberales y conservadores, y la locura mundial llamada la Guerra Fría donde con una sola orden podía desencadenarse el fin del mundo; como muestra de fanatismo racial está el asesinato de seis millones de judíos a manos de las SS durante la Segunda Guerra Mundial, así como los genocidios hechos por los serbios en la antigua Yugoslavia; como muestra de fanatismo deportivo están las Barras Bravas que violentan y hasta asesinan a los hinchas del equipo contrario. Asesinatos y guerras por simples ideas ha habido y habrá siempre mientras exista el fanatismo.

¿Qué hacer para evitar caer en todo lo mencionado? ¿Qué hacer para evitar ser sólo uno más dentro de la amorfa, engañada y manipulada masa humana llena de ignorancia y brutalidad? ¿Qué hacer para evitar caer dentro del fanatismo? La respuesta es: volverse un librepensador.

Prescindiendo de las definiciones del diccionario, mi visión personal de un librepensador es alguien que sigue únicamente lo que su propio razonamiento le dicta como correcto, alguien que ante una nueva idea que otro le presenta piensa, razona, pesa los argumentos lógicos a favor y en contra de ella, observa detenidamente si al aceptarla no está siendo manipulado por alguien más que busca aprovecharse de él, y únicamente luego de lo anterior y de ver si le es útil en la vida, concordante con lo que le gusta, apegado a la ética y no transporta elementos de fanatismo es que toma una decisión de aceptación o rechazo.


De acuerdo a la definición anterior, vemos que un librepensador no necesariamente es ateo, antirreligioso, liberal o simpatizante de la izquierda. Puede darse el caso de que un librepensador cree en un ser superior sin necesidad de creer en el dios de ninguna religión establecida, el cual es mi caso particular; también ha pasado que un librepensador crea en la mayor parte de una religión establecida, como lo deja claro Eliphas Lévi en su obra póstuma El libro de los sabios; un verdadero librepensador critica por igual cuando lo merecen a izquierdas y derechas, a religiosos y ateos, como hacía Héctor Abad Gómez, intelectual colombiano funestamente asesinado por fuerzas oscuras que al no poder vencerlo por la razón prefirieron deshacerse de él por la fuerza; críticas como las que hacía Dios según salía de la pluma de Enrique Jardiel Poncela en su novela La tournée de Dios.


Lamentablemente, no todas las personas pueden llegar a ser librepensadores. Por más que se diga que los seres humanos somos todos iguales, la verdad es que, gracias a Dios, no lo somos. Hay diferencias, y pongo un simple ejemplo: Pelé no tenía la capacidad para las matemáticas que poseo, pero al mismo tiempo era un genio del fútbol, campo en el que soy un completo inútil. Pues bien, hay personas que están incapacitadas para ser librepensadores, bien sea porque no nacieron con la capacidad de razonamiento, manejo de la lógica y capacidad de lectura que los demás; bien sea porque sus mentes han estado tanto tiempo dentro de la engrasada maquinaria de la alienación que ya no desean o pueden salir de ahí; otros son fanáticos pareciera que por naturaleza: en mi experiencia debatiendo por los foros de Internet he visto varios casos de personajes que eran cristianos fanáticos, y que al abandonar el cristianismo se volvieron seguidores fanáticos de quien les mostró el camino fuera de la iglesia, o de quien se dedica a criticar su antigua fe. Qué decir también de asociaciones ateas que parecieran desarrollar fobia a cualquier creencia religiosa y se cierran completamente a cualquier cosa que pueda sonar como tal, al punto de que muchos además se dedican a impedir que los creyentes expresen su fe, como si la libertad de expresión y creencias aplicara únicamente a quienes son como ellos.

Ciertamente, no todos pueden ser librepensadores, o al menos moderados, y lo único que puede hacerse sobre los fanáticos, como decía Eliphas Lévi, es evitar que hagan daño.

Alguien que se considere librepensador debe entonces considerarse y ser una persona racional, alguien que al escuchar argumentos irrebatibles, una cadena de razonamiento acertada a la luz de la lógica y basada en hechos comprobables o al menos postulados claros acepte lo que se le dice y dé la razón a quien le habla.

Al escribir éste artículo y los demás que he publicado no intento mostrar mis ideas como la Verdad absoluta: a diferencia de todos los ‘iluminados’ que andan por ahí, yo acepto que soy simplemente un ser humano y puedo equivocarme muy fácilmente. Sin embargo, mostrando algunos temas desde mi punto de vista, sustentados en argumentos que espero sean irrefutables razonablemente, espero tocar la mente de los que se consideran racionales y buscan un punto de apoyo para su librepensamiento, espero ayudar a aquellos que se consideran encerrados en un sistema de creencias y buscan una salida, y así tratar que el racionalismo avance y la ignorancia y el fanatismo pierdan terreno en las mentes de la humanidad, para así lograr que un mundo mejor esté a nuestro alcance.