"¡Oh necio ignorante! ¡Canta el nombre de Govinda! ¡Tu conocimiento de la gramática no te ayudará en la hora de la muerte!" dijo el gran santo filósofo Sankara. Todo nuestro conocimiento enciclopédico y nuestra profunda erudición nada podrán hacer para rescatarnos de la certeza de la vida y la muerte.
Había una vez un filósofo muy docto que había llegado a dominar todos los Vedas y los Sastras. Un buen día hubo de viajar hacia una aldea vecina. En el camino debía abordar una barca para cruzar un río. Como pasatiempo, comenzó a hacerle preguntas al botero. "¿Puedes saber la hora consultando un reloj?", fue una de las primeras. El simple botero le contestó que no. Ante esta respuesta, el arrogante filósofo se rió despectivamente y le indicó al pobre hombre que el no saber esto era como haber desperdiciado al menos un cuarto de su vida en el río.
La segunda pregunta se refirió a si sabía leer un periódico. Cuando el botero confesó que era analfabeto, el orgulloso filósofo se burló de él y le dijo que ya llevaba media vida desperdiciada en el río. A continuación le preguntó si sabía cantar alguna canción y, al recibir nuevamente una respuesta negativa, le dijo con desprecio al simple botero que, por así decir, tres cuartas partes de su preciosa vida se las había llevado el río. Entretanto, el cielo había empezado a cubrirse de nubes amenazadoras y comenzó a soplar un fuerte viento. Desatándose una terrible tormenta, el bote comenzó a ser sacudido de uno a otro lado por las olas cada vez más altas. El botero le preguntó entonces al arrogante filósofo: "¿Sabe nadar, señor? Si no sabe, el total de su vida habrá sido desperdiciado". El desventurado filósofo no sabía nadar. Toda su pedantería y su erudición no sirvieron para poderlo rescatar en ese momento de necesidad y fue arrastrado por el torrente. El botero analfabeto, en cambio, que sabía nadar como un pez, cruzó el río y llegó a la orilla a salvo.
Para cruzar a salvo el océano de la vida una persona habrá de desarrollar fe en el Alma Universal (Paramatma). La conciencia espiritual por sí sola le capacitará para cruzar a nado este peligroso océano de la vida. Una persona podrá seguir cualquier religión o adherir a la secta que prefiera. No obstante, todos, ya sea consciente o inconscientemente, entonan el Aumkara. Puede haber diferencias de denominación y pueden cambiar las formas de culto. Cada religión tiene su propio conjunto de dogmas. Es posible que los musulmanes no aprueben el estilo de adoración de los hindúes. De manera similar, puede ser que los cristianos condenen el estilo de culto de los musulmanes. Pero éstas no representan sino diferencias superficiales. Lo que es indiscutible, es el Akshara o la Divina letra que representa a la sustancia imperecedera de la Divina realidad monista. Ella es la inmutable e indestructible realidad de la Omnipresencia Divina.