"No es el fin del mundo", "échale ganas", 2 x 1.
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Cuando alguien lamenta algo aciago en sus vidas que no implica muerte o quiebra económica, y muchas veces ni eso, suelen decir los amigos y gente "bien intencionada y sabia": "no es el fin del mundo", para consolar y animar al afectado a continuar su vida, "echarle ganas" y que pudo haber sido peor, y por ello debería estar agradecido.
Si bien ese es el significado que se le ha dado a esa frase de forma general y populacha, y que es con buena intención, no logro empalmar el significado dado por la plebe y el que debe ser; me causa cefalea forzar esa frase con un significado que no es el primigenio y genuino. Tengo dos justificantes:
1) Como ser humano bien vivido y docente integral, enseño y vivo lo indispensable de una buena-comunicación. No solo es suficiente que haya un emisor, receptor, mensaje, canal, código y contexto, que son los elementos prístinos e indispensables para comunicarnos bien, hay más, lo pueden intuir. Uno de esos tantos elementos faltantes es la sinceridad. Usamos mal muchas palabras y frases y el orgullo nos aferra a dejarlas así, es muy difícil aceptarlo y más modificarlo. Técnicamente, estamos violando el "código" conceptual que hemos convenido, plasmado en las academias de la lengua, su gramática y diccionario, e ignoramos adrede si nuestro mensaje fue comprendido tal cual como quisimos expresarlo. No falta quien diga "qué entiendes tú" o "yo creo que", "yo pienso que", "yo entiendo otra cosa", mandando al carajo la objetividad de los diccionarios en donde resguarda las definiciones formales y concretas de lo que queremos expresar. No es lo que yo diga o tú digas, es lo que es según la Academia de la Lengua, que son "los Diputados Eruditos de las lenguas vernáculas". Si alguien no está conforme con alguna acepción, tiene todo el derecho en increparlo al Colegiado de la Academia de la Lengua, en este caso la Real Academia Española; y no en casa, empleo, fiesta, calle y menos a gritos e insultos contra el receptor del mensaje, el cual en principio no tienen ninguna autoridad para redefinir algún vocablo o frase. Y en ese contexto me encuentro, bueno, todos. El significado correcto de "no es el fin del mundo" no es el apropiado con el que usa cotidianamente. No sé cuándo ni cómo surgió y la neta no investigaré, me imagino por cuál época y cultura haciendo interpolación en la información que resguarda mi "cerebro", y con eso me conformo por ahora. Por ende, invito al lector a revaluar esa frase y usarla bien o desusarla, o por favor no se quejen si su mensaje no es comprendido, o no es lo que quieren oír, o peor, que llegue yo en una de esas y les haga pasar un mal rato cuando en persona los corrija frente a alguien. Obvio no soy perfecto y cometo muchos errores en mi habla y escritura, y no me pesa que alguien me corrija, al contrario, prefiero la vergüenza de un rato, que morir equivocado y orgulloso, yendo en contra de mis ideales.
2) Repito, no sé cuándo, ni cómo ni en dónde surgió esa frase, pero sí puedo medio desmenuzarla para descifrar su aspecto "ontológico" y verificar que es inapropiada.
2.1) Comenzaré con su uso más típico, en rompimientos románticos, divorcios, pérdida de una mascota, de bienes materiales, ideales, o de un buen empleo. "No es el fin del mundo" ¿y eso qué? ¿En qué o cómo eso debe consolar? Es que el fin del mundo es lo peor de lo peor que nos podría pasar pues perderíamos todo. ¿Será cierto? Lo peor que puede perder una persona es su vida. El problema aquí es qué se entiende por "vida". Una persona consciente, que entiende que existe y tiene valor propio hace depender su vida, su sentido-de-vida a ciertas cosas, que sin ellas la vida-orgánica no tiene ningún sentido. En otras palabras, para una persona "el fin del mundo" no significa que explote un súper volcán, que caiga un cometa o meteorito gigantesco en la Tierra, o que ocurra una glaciación inmediata e inesperada que colapse la vida en el planeta. Puede ser mucho menos. Siendo así, el que ocurra un cataclismo universal es lo de menos. Ahora un contraejemplo, una madre no dudará en entregar su vida a cambio de la de un hijo. No es negociable. Lo que menos piensa es que el mundo acabará por un desastre nuclear o ataque extraterrestre, su hijo es el fin de su vida, de su mundo. Mientras lo que sostiene el sentido-de-vida de una persona exista, ella sin problemas puede morir sin remordimientos. Pero si un cataclismo mundial terminará con todo, este principio de vida se anula sicológicamente, si es inevitable la pérdida de lo que amamos y nuestra vida-orgánica, "ya no se pierde nada", no tiene sentido. Quizá lo menos que quisiera uno es morir junto a eso que sostiene nuestro sentido de vida, y eso ya por sí mismo, será el más grande de los regalos que podría darnos las muerte. En consecuencia, "no es el fin del mundo" es relativo a cada persona, que sujete su vida a cosas que sí se pueden catalogarse de estúpidas, es otro problema.
2.2) Complementando lo anterior, ¿por qué se suicida una persona? ¿Por qué muchos acuden a una guerra conscientemente? ¿Por qué se hace explotar un terrorista? ¿Por qué se quemó el bonzo tibetano? Sin entrañar un tema de orden Psicológico que da para mucho, lo sintetizaré por ahora en dos vertientes: ya sea porque el sentido de vida se ha perdido, o porque lo hemos regalado a otros. Si mi pareja me dejó y peor, con hijos qué mantener, puede ser suficiente para perder todo sentido de vida, que se sostenía en la familia, la cual se ha quebrantado y quizá no sea vea la forma de sacar adelante esos hijos, pues se siente incapaz tanto por lo sucedido como por las capacidades personales y oportunidades sociales que se nos puedan presentar. En contraste, si alguien tiene algún ideal social, puede entregar su vida a él, sigue vivo-orgánicamente, pero ha muerto-espiritualmente por ese ideal social, por su gente. En estos casos, "el fin del mundo", ocurre cuando nuestro ideal se frustra o nuestro sentido de vida ha extinto.
Por donde, "no es el fin del mundo", no aplica en un razonamiento deductivo. Cada uno tenemos nuestro nicho e ideales, y si eso se pierde o frustra, el mundo para uno a terminado.
Como corolario queda entonces analizar el "échale ganas", cuando uno está en plena frustración o ha perdido algo que sostiene su existencia.
Primero, esa frase muchos la dicen de forma automática, sin sentirla deveras. Primer error.
La gran mayoría como robots preguntan ¿cómo estás? Y en correspondencia el receptor responde "bien, gracias". Segundo error.
Muchos esconden bien su situación, por pena o impotencia, pero ...
Si dice "bien", hay cosas que se ven y no hay necesidad de preguntar. El receptor lo menos que espera son preguntas sino soluciones.
Si se anima a reconocer "mal", rompe con la costumbre dejando quizá desconcertado al emisor, pues no están acostumbrados a esa respuesta. Y allí está peor, pues el hecho de decirlo, tragarse el orgullo, es que realmente espera algo, y no un "échale ganas", "no es el fin del mundo" y mamadas trilladas como esa.
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