La tirria de Pablo de Tarso a la inteligencia.

Dicen que hoy se celebra "La Conversión de San Pablo". Dicen también que este año es el “año paulino”, dedicado a rememorar su figura, a profundizar en su mensaje y a reconocer su misión apostólica.

A estas afirmaciones hay que ponerles una coletilla: su figura sólo se conoce por sus Cartas y por los Hechos de los Apóstoles. Más allá, todo es elucubración y contextualización, es decir, situar al individuo en su contexto histórico (aquí César Vidal). Cualquiera que tenga un mínimo de honradez intelectual sabe que tales textos no son imparciales: yo soy, yo hice, yo pido, yo... y por lo tanto ofrecen una visión sesgada del individuo. Y, por otra parte, por sus textos hay que juzgarle.

Con relación a su mensaje... ¡¿es que se puede profundizar todavía más?! ¿Hay algo que no se sepa después de dos mil años viviendo de las ideas de Pablo?¿Hay alguna novedad no descubierta? ¿Algún dogma que proclamar?

¿Y qué decir de él como discípulo de Cristo y de su aportación apostólica... ¡Apóstol que se titula! ¡Y tanto!, como que se quedó con el santo y seña arrinconando al resto de los Apóstoles al olvido o a la nadería.

Porque, vamos a ver, ¿cómo es posible que nada de lo que predicaron los otros apóstoles haya llegado a nosotros? ¡Qué a nosotros, ni siquiera al Concilio de Nicea! Inconcebible.

Mateo el evangelista, Pedro, Santiago el Mayor, Juan --el apóstol, que no el evangelista como hacen creer los homiléticos de baratillo-- y Judas sí "parece" que escribieron algo, unas leves cartas, aunque en comparación con el corpus total del N.T. es una miseria.

Dejando aparte a los anteriores, recordemos los "otros" nombres, inexistentes para el futuro cristiano: Andrés, hermano de Pedro; Felipe de Betsaida; Bartolomé, llamado también Natanael; Tomás (Dídimo o Mellizo); Santiago el Menor hijo de Alfeo; Simón el Cananeo, el Zelote (=guerrillero); Matías, el sustituto de Judas Iscariote.

Son demasiados y demasiado importantes ¿No predicaron? ¿Es que su doctrina se consideró después herética? ¿No tuvieron discípulos?¿No fundaron iglesias? Aunque la pregunta más importante es: "¿Existieron?" Para evitar respuestas incómodas ya se inventaron historias de iglesias inexistentes fundadas por tales supuestos individuos.

Bien es verdad que de ello no tienen la culpa ni Pablo ni sus conmilitones: fueron posteriormente los próceres Padres de la Iglesia, en Nicea y demás concilios los que perpetraron el asesinato intelectual de las fuentes del primitivo cristianismo. Lo que no fuese “canónico” (es decir, adecuado a la autoridad papal romana o, peor todavía, pasado por el filtro de los asesores del Emperador, etc) sería destinado al fuego, el fuego del Espíritu revelador, se sobreentiende.

Lo que dejan traslucir sus escritos también da pie a inferencias sabrosas sobre el bueno de Pablo. Nos quedamos hoy con una de esas deducciones, particularmente grave en persona que quiso subir al sexto cielo de la mística o de la elucubración teológica: el odio a la inteligencia, es decir, a la reflexión, a la crítica, al pensamiento propio...

Ya sus lecturas del Génesis le pondrían sobre aviso: el pecado de los Primeros Padres fue un pecado de la inteligencia. Al menos eso se extrae de sus palabras, cosa que la investigación bíblica posterior ha rebatido (el conocimiento al que se refiere el Génesis tiene más que ver con los coetáneos “cultos de la fertilidad” que con otra cosa).

Para Pablo también resulta imperdonable “haber querido saber y no contentarse con la obediencia y la fe que Dios exige para acceder a la felicidad. Igualar a Dios en la ciencia, preferir la cultura y la inteligencia a la imbecilidad de los obedientes son otros tantos pecados mortales...” (Michel Onfray, pág. 158).

De Pablo se han dicho muchas cosas en los muchísimos libros y tratados sobre su persona: que era culto, de gran formación intelectual, de gran hondura conceptual, conocedor profundo de las Escrituras...

Verdad a medias o mentira interesada. Todo depende del cristal con que se mire, porque hay otros que contradicen tales afirmaciones. No olvidemos que Pablo no se dedicó profesionalmente, antes de hacerse predicador del West, ni a la enseñanza de la Ley ni al estudio concienzudo de la misma: fue fabricante y vendedor de tiendas para nómadas... Importa mucho este dato, aportado por él mismo. Sí, había estudiado en Jerusalén la Ley y los Profetas (el Antiguo Testamento), pero, según sus propias palabras, lo que más resalta en sus escritos es la convicción de que Dios hablaba por su boca. De eso estaba convencido (y convicto).

De su formación intelectual poco se puede decir, porque no se desprende que estuviera encuadrado en escuela rabínica alguna o realizara estudios concienzudos de nada. Las citas del A.T. son infinitamente menos que las que cualquier teólogo de nuestro Siglo de Oro refleja en cualquier obra teológica.

Y respecto a su estilo habrán de reconocer que es sumamente artificioso y complicado, farragoso, reiterativo y por lo tanto abstruso. No comparable en modo alguno a su contemporáneo Filón de Alejandría, al que todos reconocen como erudito, filósofo y escritor.

Hay frases sueltas que revelan cómo Pablo es un resentido contra la cultura, a la que desprecia... ¿Por qué? Pues ni más ni menos porque él, en determinadas cuestiones filosóficas o teológicas, era un inculto. Su “sermón” en el ágora de Atenas provoca la risa de estoicos y epicúreos (ay, la pica en Flandes). Es posible que no llevara bien preparada la homilía. Y él mismo confiesa que en muchos sitios fue apaleado e incluso dejado por muerto. Podría ser indicio de “charlatanería” (aunque también de que todavía era muy poderosa la casta sacerdotal y muy firmes las creencias populares).

En típico mecanismo de defensa, convierte su carencia de cultura en odio y desprecio a la cultura. De ahí lo que les escribe a los Corintios y a su discípulo Timoteo. Y que hoy los fruidores creyentes esgrimen contra aquellos que "saben algo".

Tampoco hemos de olvidar que el público a quien iban dirigidas las cartas no era selecto intelectualmente ni había entre ellos literatos, filósofos o intelectuales. Como dice Celso en “Contra los cristianos”, estaba constituido por obreros, tintoreros, artesanos, carpinteros, etc. Y –nihil novum sub sole— ya se sabe cómo se puede convencer a la gente de baja condición intelectual. Con un poco de palabrería, mucha demagogia y gran convicción, se tiene ganado al auditorio. ¡Si no viéramos lo mismo en las actuaciones de Ted Haggard, pastor evangélico y presidente de la Asociación Nacional Evangélica usamericana...!

Hoy tales personajes hacen negocio gritando sus productos por televisión. Vean un ejemplo de “aprendiz de Pablo” en el vídeo “El pequeño predicador”, Nezareth Castillo Rey. No tiene desperdicio.