El próximo año se conmemorará el 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, es cierto que ha habido momentos en los que la posibilidad de un conflicto global ha sido real, pero la probabilidad de que seamos testigos de una guerra mundial es la más baja existente en las últimas décadas e incluso tal vez la más baja desde los albores de la modernidad, asegura el corresponsal y analista de la revista '
The Week'.
En un extenso artículo, Aziz analiza los factores por los que se han reducido, a su juicio, las posibilidades de que haya un nuevo conflicto global y explica qué es lo que ha cambiado desde la
Segunda Guerra Mundial.
Garantía de destrucción mutua
El primer gran cambio después de la última contienda bélica a nivel global fue la aparición de la destrucción mutua asegurada. "No es ninguna coincidencia que el final de la última guerra mundial coincidiera con la invención de las armas atómicas", señala en el artículo.
En su opinión, la certeza de una aniquilación completa frena la posibilidad de que estallen guerras globales. En cuanto a la opción de que estalle una guerra mundial no nuclear, el autor del texto subraya que entra dentro de lo posible, pero que los cambios
sociales y económicos sucedidos en las últimas décadas llevan a pensar que esto no sucederá.
Fuertes relaciones económicas
© REUTERS Bernadett Szabo
En términos
económicos, el mundo está actualmente muy interconectado. Existen numerosos tratados de cooperación económica y de libre comercio que han entrelazado las economías de los países de todo el planeta. Además, ha habido un enorme aumento en el volumen del comercio mundial desde la Segunda Guerra Mundial y desde la década de 1980 en particular, agrega Aziz.
La globalización
Productos como teléfonos inteligentes, ordenadores portátiles, coches, alimentos y medicinas se producen a nivel mundial y las cadenas de suministro de los mismos cruzan el mundo.
"Si estallara una guerra global, el comercio mundial se convertiría en una pesadilla", indica. Los envíos serían más caros y ciertas áreas podrían llegar a quedarse sin productos, componentes o suministros de energía.
Para describir la situación, el analista recurre a una frase empleada a menudo en finanzas: "La interdependencia comercial global es demasiado grande para quebrar".
Asimismo, sugiere que incluso para el complejo militar industrial, entrar en guerra resultaría perjudicial.
"Como se ha visto en los últimos setenta años, los contratistas de armas pueden perfectamente obtener beneficios a través de un gran gasto militar sin una guerra mundial", escribe.
Democracia y tecnología
Otros cambios desde la Segunda Guerra Mundial han sido de carácter social. Los países democráticos, apunta el artículo, no tienden a enfrentarse en guerras. Además, Internet acerca a millones de personas a diario.
"En la última guerra mundial, las poblaciones estaban separadas por la distancia física, por las barreras del idioma y por la falta de herramientas de comunicación de masas […]. Hoy en día, la gente de países enemigos pueden coincidir en el ciberespacio y descubrir que el 'enemigo' no es tan diferente", señala.
Según Aziz, los disturbios se pueden difundir a través de la
Red rápidamente y el impacto y el rechazo público ante la realidad brutal de la guerra "dificulta a los gobiernos realizar agresiones militares a gran escala".
El corresponsal de 'The Week' no descarta que factores como el
cambio climático y el agotamiento de recursos den lugar a nuevas presiones para ir a la guerra.
"Soy muy consciente de que una guerra mundial es todavía posible. Tratar de predecir las acciones de las naciones en el presente es bastante difícil […]. Pero la tendencia a dejarse llevar por la inercia es fuerte", concluye.