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General: EL DIOS UNIVERSAL
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De: CARLOSR (Mensagem original) |
Enviado: 29/03/2014 15:15 |
Saludo
El presente documento no es fruto de mi imaginación. Las crudas
afirmaciones que en él se vierten proceden de una revelación, otorgada
al mundo hace medio siglo y custodiada hasta hoy por la denominada
«Fundación Urantia». Con mi agradecimiento a dicha Fundación, por
haberme permitido beber en sus -para mí- sagradas fuentes. La Iglesia
conoce esta revelación pero, obviamente, la ha silenciado y rechazado,
de igual modo que los «instalados en el poder» sólo bendicen y hacen
suyo aquello que les beneficia.
1 Yo, Juan, a las siete Señoras elegidas y a sus hijos, a quienes amo, según la verdad del Engendrado de Dios.
Yo,
Juan de Zebedeo, a quien el Justo llamó «hijo del trueno», nacido en
Betsaida, después de haber vivido cien años, sabiendo que mi hora es
llegada, os escribo desde Éfeso, hijos míos, en el sexto año del
gobierno del emperador César Nerva Trajano Augusto, cuyo último y
reciente triunfo le ha valido el título de Dácico.
Yo, el peor de los pecadores
Hijos
míos, es mi última hora. A no tardar seré reclamado a la presencia del
Verdadero. Bien sabéis que todos mis viejos hermanos y compañeros en la
verdad han muerto. Yo mismo soy un cadáver, que sobrevive por la gracia
del Padre y los cuidados de mi nieta, consagrada a este despojo humano
desde hace veinte años. Pero ni la bondad ni los desvelos de mi familia y
de mis amantísimos hijos de esta Señora elegida pueden cambiar el rumbo
de lo que fue planeado por el Altísimo. Él me llama, pero ni siquiera
puedo acudir a los servicios, como no sea postrado en una silla. Es,
pues, el momento de tomar papel y tinta y confesar mis errores. Ya fue
escrito por mi fiel y amado discípulo Nathan: «Dios es luz, en él no hay
tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos
en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad.» Pues bien, vosotros,
hijos míos, debéis ser misericordiosos para con este anciano que, a
pesar de sus palabras y apariencia, ha cometido el más abominable de los
pecados: caminar en las tinieblas y, lo que es más escandaloso, dejar
que otros cayeran en el error.
Yo dicté a Nathan
No
hace aún dos años -coincidiendo con la guerra con los dacios- que mi
buen e ilustre Nathan, inmerecido amigo de este Presbítero, concluyó la
redacción de lo que vosotros, hijos míos, habéis dado en llamar el Evangelio de Juan. Mi
deber ahora es preveniros. Fui yo quien dictó a Nathan. Sólo yo, por
tanto, debo cargar con la culpa de quien, habiendo conocido la verdad,
la oculta, disimula y falsea. Éste es mi gran pecado, hijos míos, y
desde aquí, vencido y deseoso de volver a la luz, ruego al Santo y a
vosotros perdón y misericordia. Entonces, mientras dirigía la pluma de
Nathan, rememorando algunas de las cosas que hizo y que dijo Jesús, tuve
la ocasión de huir de las tinieblas que otros, y yo mismo, hemos
consentido y alimentado, aunque bien saben los cielos que sólo nos guió
la mejor de las voluntades. Pero el Maligno tiene sus propios planes y
este indigno siervo del Justo no puede ni quiere justificarse. Queridos:
no os escribo para añadir oscuridad a la oscuridad, sino para que la
palabra del Hijo brille en vuestros amantísimos corazones, tal y como
nos fue confiada y no como los torpes siervos del Señor acordamos
predicar. No os cause angustia ni zozobra cuanto me dispongo a
confesaros. Ahora sí camino en la luz y la luz sólo es causa de alegría.
Vuestro espíritu, repuesto de la sorpresa, sabrá comprender, rectificar
y proseguir en el verdadero mensaje que nos dejó la Palabra. No debo
ocultarlo por más tiempo: la verdad ha sido sepultada. Y yo,
conscientemente, al igual que otros hermanos en Cristo, he contribuido
con mi silencio y cobardía a sellar su tumba. Unos y otros, desde el
momento mismo de la partida de este mundo del Salvador, hemos permitido
que su doctrina fuera maquillada, olvidando y apagando la antorcha de su
luz infinita. No es este que conocéis el mensaje que nos legó Nuestro
Señor. Hemos caído en graves errores. Y yo, Juan de Zebedeo, como último
de los supervivientes del grupo de los íntimos del Justo, estoy
obligado a rectificar, en beneficio de la verdad. Sólo entonces
descansaré en paz.
Primer error: el retorno del Maestro
2
Bien sabéis, mis hijos queridos, que han transcurrido setenta y tres
años desde la muerte por cruz y la gloriosa resurrección del Verdadero.
Desde entonces, todos, vosotros y yo mismo, hemos esperado su regreso. Y
la fe en esa segunda venida sigue viva entre las siete Señoras
elegidas. Es hora ya de despertar a la realidad. Éste, como veréis, fue
uno de nuestros primeros y lamentables errores. No supimos interpretar
sus palabras. Confiamos de todo corazón en su inminente retorno a la
carne y ello nos hizo imprudentes. Habéis escuchado de labios del buen
Pedro que el fin de todas las cosas está cercano. Pero Simón y cuantos
compartimos esta esperanza nos equivocamos. Éste, aun siendo un asunto
de menor rango, vino a envenenar desde un principio las que debían ser
filiales relaciones entre los embajadores del reino, tal y como el
propio Señor calificó a sus íntimos. Y nuestras disensiones -que siempre
supimos ocultaros- fueron distanciando a los unos de los otros. En
verdad os digo, queridos, que esas posturas irreconciliables entre los
que vosotros llamáis discípulos de Jesucristo se remontan, incluso, a
mucho antes de la partida del Justo. Jamás supisteis de ellas, pero es
llegado el momento de revelarlas, destapando así la verdad. En vida de
él, algunos de los ordenados por sus propias manos nos dejamos arrastrar
por la envidia y la murmuración. Yo mismo fui reprendido por el Maestro
en repetidas oportunidades. Pero mi vanidad ha sido tal que, lejos de
enmendarme, he llegado a proclamarme -y así reza en el evangelio que
veneráis con tanto celo y amor- como el discípulo que Jesús amaba,
desmereciendo así a Aquel que nos ama a todos por igual. Pero olvidaré
por el momento aquellas antiguas e infantiles disidencias para ocuparme
de lo más grave: lo que en verdad os concierne, hijos míos.
La primera ruptura
SIGUE ....
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De: CARLOSR |
Enviado: 29/03/2014 15:23 |
"porque todos nosotros -y Pedro más que ninguno- permanecimos fieles
a lo que tanto había combatido el Señor: a las asfixiantes e inútiles
normas y rituales de la Ley. Lo sabéis por nuestros labios y cartas: no
fuimos capaces de renunciar a las ataduras de las creencias y del
sofocante ceremonial de nuestros padres porque, sencillamente, habíamos
perdido ese único y verdadero sentido del mensaje crístico."
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De: CARLOSR |
Enviado: 29/03/2014 15:52 |
No sean Injenuos ... Solo es para quienes aman la lectura.
Es un libro mas falso que una moneda de cuero...no vayan a creer que de verdad lo escribio Juan el Apostol...
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