Marción de Sinope (*c. 85 en Sínope (Ponto); † c. 160 en Roma [ciertos autores dan 95-161]), escritor y teólogo griego, fue un heresiarca cristiano del siglo II, fundador de la secta marcionita.
Su doctrina se resume en la existencia de dos espíritus supremos, uno bueno y otro malo, y considera al Dios del Antiguo Testamento un inferior de éstos, simple modelador de una materia preexistente.
Marción desplegando su canon.
Rechazaba por tanto el Antiguo Testamento, y del Nuevo sólo aceptaba el Evangelio según san Lucas y las epístolas de San Pablo.
Era un griego convertido al cristianismo. Muy rico, ya que era naviero, viajó a Roma entre los años 120 y 130, con la idea de intervenir en la propagación de la fe.
Fue excomulgado por su padre que era obispo de Sínope, luego readmitido a la iglesia de Roma en 139 y declarado hereje y vuelto a ser excomulgado y expulsado de Roma en 144. Su partida fue un duro golpe para las arcas del cristianismo romano.
Tertuliano menciona que al final de su vida se convirtió y prometió hacer volver a la ortodoxia a sus seguidores, tarea que le fue impedida por la muerte.[1] Después de su muerte se extendieron ampliamente sus ideas tanto hacia el este como hacia el oeste. En Oriente su teoría duró hasta el siglo X.
Marción fue un gran adepto de Pablo, y como griego, no entendía que el cristianismo mantuviera una conexión judía. Consideraba que la Versión de los Setenta no era auténtica y carecía de autoridad. Influido por las enseñanzas de los gnósticos, concibió una nueva forma de entender el cristianismo.
Partidario de una cosmología y una teología vertebradas en la contraposición del Dios Bueno, que vive en el cielo supremo y el Dios Justo, que es inferior al anterior. El Dios Justo es el creador y dueño del mundo y coincidiría con el Dios del Antiguo Testamento. Por ello, rechazó de plano el Antiguo Testamento, pues éste hablaba de un Dios sangriento y vengativo, responsable de los males y las guerras y propuso que el Dios Creador no era el mismo que el Dios padre de Cristo (que es una forma de dualismo). Rechazó el uso del miedo a Dios para imponer la obediencia. Se apoyaba sólo en el amor como sostén de la ética.
Al Dios del Antiguo Testamento se le contrapone la venida de Jesucristo, que ha sustituido la ley por el amor y ha sustraído a las almas humanas al poder del Dios creador.
Escribió un primer canon, en el que sólo incluía los escritos de Pablo, dejando sólo algunas epístolas como auténticas (quitó la de a los Hebreos y las llamadas pastorales) y el Evangelio según san Lucas (sin los dos primeros capítulos). Después de este canon, el cristianismo ortodoxo se dio cuenta de que era necesario organizar la maraña de escritos que se habían producido desde el origen del cristianismo y publicó su propio canon, que llegó a ser lo que hoy conocemos como Nuevo Testamento.
Según un texto antiguo, Marción decía que el Demiurgo robó elementos lumínicos del mundo verdadero, y con ellos creó el universo físico que conocemos. Debido a la creencia generalizada en la proximidad de la parusía, no creía en el matrimonio y entendía que la procreación era una invención del Dios perverso del Antiguo Testamento.
No queda ninguno de sus escritos y todo lo que sabemos de él son los escritos de Tertuliano e Ireneo condenándolo. Sin embargo, se tienen noticias de al menos dos textos, uno conocido como Antítesis (contradicciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento), y el otro su versión de la Biblia.
Está considerado como el mayor peligro que sufrió el cristianismo primitivo, porque estaba muy organizado y disponía de mucho dinero para predicar sus teorías.